Consiga Pretender

Apéndices • 187

Difícilmente estaría mal volver a exponer la verdad que la salvación es una obra de Dios para el hombre y no una obra para Dios. Es lo que el amor de Dios lo incita a hacer y no un mero acto de compasión que rescata las criaturas de su miseria. Para darse cuenta de la satisfacción de su amor, Dios se dispuso a quitar (por medio de un sacrifi cio infi nito) la barrera insuperable que el pecado nos había impuesto.Ala vez, Él está venciendo la oposición maligna hacia su gracia, oposición que es una característica de la raza caída. Pero Dios está inclinando a los elegidos a que ejerciten su fe en Cristo. Una vez que el camino queda sin obstáculos, Dios tiene la libertad de hacer todo lo que su infi nito amor dicta. El estudiante que tiene la ambición de ser preciso en la predicación del evangelio no solamente observa, sino que siempre luchará por la verdad que todas estas riquezas son puramente una obra de Dios, y que para asegurarlas el individuo no debe hacer más que recibir de la mano de Dios lo que Él quiere darle a través de Jesucristo. Aquellos que creen en Cristo en el sentido que lo reciben (Jn. 1.12) como su Salvador, reciben instantáneamente todo lo que el amor divino provee. Estas treinta y tres posiciones y posesiones no son otorgadas a través de un proceso, sino simultáneamente. No requieren un período de tiempo para su ejecución; sino que son operadas al instante. Ellos marcan la diferencia entre alguien salvo y alguien no salvo.

¡Cuán deudor soy a la gracia, diario siento este deber! ¡Tu bondad, como una cuerda, Ligue mi alma errante a Ti!

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