Currículo Pilar Fundamental, Edición Oficial de Certificación - Libro de notas del estudiante (Spanish Cornerstone Student Workbook)
LECCIÓN 4 | EL MINISTERIO FACULTATIVO: EL MINISTERIO DE PROCLAMACIÓN / 337
Sin embargo, no debemos desanimarnos ni intimidarnos. No nos predicamos a nosotros mismos; no somos el tema principal de nuestros ministerios, sino que predicamos a Jesucristo como Señor, y nosotros, al igual que Pablo, somos siervos de aquellos que escuchan y responden al mensaje de Cristo y Su Reino, manteniéndonos fieles a nuestro mensaje. Predicamos a Jesús de Nazaret como la imagen de Dios. Ese remarcable tesoro, ese asombroso evangelio habita en nosotros, quienes somos simples vasos de barro comparados con el excelente poder de la predicación, el cual pertenece a Dios y nunca a nosotros. Sólo Dios puede revelar, sólo Dios puede redimir y por lo tanto sólo Dios merece la gloria y la alabanza en el ministerio. Puede tomarnos un tiempo escudriñar en nuestras vidas ministeriales ese básico pero esencial punto. No obstante, debemos hacerlo con el objeto de prepararnos para ser vasijas del Señor, útiles en el ministerio; nunca debemos olvidar que sin la directa iluminación y poder del Espíritu Santo, no somos capaces, de ninguna forma, de guiar a las personas a los pies de Jesús a través de la fe en Él. Sin Dios el Padre, que es quien lleva las almas al Señor Jesús (Jn. 6:44), si no vencemos la influencia del “hombre fuerte” para que el Señor Jesús tome despojos (Mt. 12:29-30), sin el indiscutible poder del Espíritu Santo para convencer de pecado, justicia y juicio (Jn. 16:7-11), no habrá fruto alguno. Toda la gracia transformadora debe provenir de Dios, no de nosotros. Por supuesto, no decimos con esto que debemos dejar de usar nuestras fuerzas para prepararnos y preparar a otros para la tarea del ministerio; sino que reconocemos aquello que debe ocurrir antes que el fruto sea recogido por Dios. Prestemos atención a la gran sabiduría de Pablo en Corintios: 1 Co. 3:5-9 – ¿Qué pues, es Pablo, y qué es Apolos? Servidores por medio de los cuales habéis creído; y eso según lo que a cada uno concedió el Señor. [6] Yo planté, Apolos regó, pero el crecimiento lo ha dado Dios. [7] Así que el planta es algo, ni el que riega sino Dios, que da el crecimiento. [8] Y el que planta y el que riega son una misma cosa; aunque cada uno recibirá su recompensa conforme a su labor. [9] Porque nosotros somos colaboradores de Dios y vosotros sois labranza de Dios, edificio de Dios. Es necesario que al prepararnos para el ministerio, debamos enfrentar varias barreras, dificultades y desafíos, pero el dios de este siglo es un enemigo de características diferentes , uno que sólo nuestro trino Dios es capaz de enfrentar y vencer. Dependamos cada vez más de Él, sabiendo que es el único que puede dar luz al entendimiento de los incrédulos para que, al igual que nosotros, vean la gloria de Dios resplandeciente en el rostro de Jesucristo.
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M i n i s t e r i o C r i s t i ano
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