El Ministerio Facultativo, Guia del Mentor, MG15
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E L M I N I S T E R I O F A C U L T A T I V O
• Mostrar a partir de las Escrituras que toda enseñanza efectiva procura individuos obedientes a todo lo que Cristo les ha mandado a través de la dirección del Espíritu.
El sacerdocio universal de los creyentes
Devocional
1 Pe. 2.9-10 - “Más vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios para que anunciéis las virtudes de aquél que os llamó de las tinieblas a su luz admirable [10] Vosotros que en otro tiempo no eráis pueblo, pero que ahora sois pueblo de Dios; que en otro tiempo no habíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis alcanzado misericordia”. ¿Ha tomado conciencia que usted es un sacerdote del Altísimo, responsable de representar los intereses de Dios en la Iglesia y el mundo? Uno de los conceptos que dio paso a la Reforma (tiempo de cambio y renuevo en la Iglesia que resultó en el nacimiento de la iglesia protestante en el siglo 15 y 16), fue el redescubrimiento del sacerdocio universal, es decir, el sacerdocio de todos los creyentes. Esta idea ha revolucionado nuestra comprensión del ministerio facultativo. Como todos en el pueblo de Dios somos sacerdotes, podemos entonces participar en la obra del ministerio, más allá del nivel de compromiso, dones y contribución. Warren Wiersbe sintetiza el corazón de esta enseñanza en una disertación sobre el papel de los miembro en la Iglesia como sacerdotes: Bajo el antiguo pacto, el pueblo de Dios tenía un sacerdocio; para el nuevo pacto, el pueblo de Dios es un sacerdocio. “El sacerdocio del creyente” es un precioso concepto de la fe cristiana, significa que todos los creyentes son igualmente aceptados delante de Dios y disfrutan de igual acceso a Él a través de Jesucristo, el Gran Sumo Sacerdote. “Por lo tanto, todos los cristianos son sacerdotes”, dijo Martín Lutero, “y abolida sea la frase que anuncia que un sacerdote es algo diferente a un cristiano”. De hecho, Lutero, al igual que muchos de los reformadores, desaprobaba que el pueblo llamase a los ministros de la iglesia: “sacerdotes”. Podemos apreciar este desacuerdo en sus propias palabras: “aquellos que sirven al pueblo con la Palabra y los sacramentos no deberían ser llamados sacerdotes…En concordancia con los escritos evangélicos [las epístolas del Nuevo Testamento], ellos deben ser llamados ministros, diáconos, obispos y administradores”. El punto defendido es sencillo, todos los creyentes son sacerdotes. Todos los cristianos están invitados a entrar confiadamente ante la presencia de Dios para adorarle y presentar sus necesidades (Heb. 4.14-16; 10.19-22). Jesucristo es nuestro Gran Sumo Sacerdote en el cielo y desde allí nos representa e intercede por nosotros, delante del Padre. (Heb. 8.1 y sig.). ~ Warren Wiersbe, Be What You Are: 12 Intriguing Pictures of the Christian from the New Testament (electronic ed.). Wheaton, IL: Tyndale House, 1996. pp. 67-68.
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