El Nuevo Testamento Testifica de Cristo y Su Reino, Libro de Notas Del Estudiante, SW13
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E L N U E V O T E S T A M E N T O T E S T I F I C A D E C R I S T O Y S U R E I N O
ciudad–¿cómo lo hizo? Pide prestado el pollino de un residente y llega entre las ovaciones de alabanza de los peregrinos que entran en la ciudad para la celebración anual de la Pascua. ¿Dónde están los dignatarios, el deslumbre, el reconocimiento y la diversión? ¿Dónde están los desfiles, tributos, el dinero y el lujo? ¿Acaso lo son las palmas de los árboles, los mantos de los discípulos, los votos contrarios de sus críticos y el testimonio de un asno? Igual que todo lo demás en el notable ministerio mesiánico de nuestro Señor, el anuncio público de Su mesianismo para la nación en la capital es modesto y carece de ceremonias ostentosas. ¿Quién iba a pensar que el personaje más grande en toda la historia de la humanidad haría su entrada histórica como Rey en la ciudad sentado sobre un asno? La humildad de nuestro Señor es insondable e incomparable; su voluntad de servir al Padre no conoce fronteras, y su corazón late con un sólo deseo - la gloria de su Padre, el Dios de Israel. ¿Tiene usted, amigo, alguna idea de lo que significa tener la misma mentalidad que tuvo Cristo Jesús? ¡Mire la gracia, la humildad, la modestia y la mansedumbre! Nuestro Señor, el más famoso de todos, se convirtió en hombre y como hombre se humilló a sí mismo y fue obediente a su Padre, estando dispuesto a entrar en su ciudad montando un asno, adornado con las ropas que sus apóstoles le consiguieron, sobre una alfombra de ramas de palmera. Nada podría describir la profundidad del amor y la modestia de este carpintero bondadoso, nuestro Señor. Ante la contemplación de tal modestia, las multitudes claman, “Bendito el que viene en el nombre del Señor”. Unámonos a este clamor y demostremos en cada área de nuestras vidas nuestra lealtad a este gran Rey, quien también es el Siervo Sufriente de Yahvé Dios.
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Después de recitar y/o cantar El Credo Niceno (localizado en el apéndice), haga la siguiente oración: Oh Dios, para salvarnos entregaste a tu Hijo a una muerte dolorosa en la cruz y por su gloriosa resurrección nos libraste del poder del enemigo. Concede que podamos morir diariamente al pecado para poder vivir más cerca de él, en el gozo de la resurrección, por Cristo nuestro Señor.
El Credo Niceno y oración
~ Gregorio el Grande. Orando con los Santos . p. 43.
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