Enfoque en la Reproduccion, Guia del Mentor, MG12
E N F O Q U E E N L A R E P R O D U C C I Ó N
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ropas, ordenaron azotarles con varas. [23] Después de haberles azotado mucho, los echaron en la cárcel, mandando al carcelero que los guardase con seguridad. [24] El cual, recibió este mandato, los metió en el calabozo de más adentro, y les aseguró los pies en el cepo. [25] Pero a medianoche, orando Pablo y Silas, cantaban himnos a Dios; y los presos los oían. [26]Entonces sobrevino de repente un gran terremoto, de tal manera que los cimientos de la cárcel se sacudían; y al instante se abrieron todas las puertas, y las cadenas de todos se soltaron. [27] Despertando el carcelero, y viendo abierta las puertas de la cárcel, sacó la espada y se iba a matar, pensando que los presos habían huido. [28] Mas Pablo clamó a gran voz, diciendo: No te hagas ningún mal, pues todos estamos aquí. [29] El entonces, pidiendo luz, se precipitó adentro, y temblando se postró a los pies de Pablo y de Silas,[30] y sacándolos les dijo: Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo?[31] Ellos dijeron: Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo, tú y tu casa. [32] Y le hablaron la palabra del Señor a él y a todos los que estaban en su casa[33] Y él, tomándolos en aquella misma hora de la noche, les lavó las heridas; y en seguida se bautizó él con todos los suyos. [34] Y llevándolos a su casa, les puso la mesa; y se regocijó con toda su casa de haber creído a Dios. Esta historia es el último episodio del testimonio de Pablo y Silas en la región de Macedonia, y en la principal ciudad de esa región, Filipos. Como resultado de su efectivo ministerio allí, con la primer convertida de Europa (Lidia y su “casa”, oikos, Hch.16.14 y sig.), se metieron en problemas con las falsas acusaciones de comerciantes religiosos, y fueron arrojados a la prisión. Luego de ser golpeados por el carcelero con “muchos azotes”, fueron arrojados a la prisión y les aseguraron sus pies en el cepo. A la media noche estaban orando y cantando himnos de alabanza a Dios y los otros prisioneros les estaban escuchando cuando repentinamente un gran terremoto sacudió los fundamentos de la cárcel. Todas las puertas se abrieron y las cadenas de todos los presos se soltaron (es el poder de la oración y la alabanza de los siervos de Dios que están en problemas). Cuando el carcelero despertó y vio todo esto, sacó su espada y pensó en matarse creyendo que los prisioneros habían escapado, pero Pablo clamó a gran voz y le dijo: No te hagas ningún mal pues “todos estamos aquí”. El carcelero pidió que se encendieran las luces y se postró ante Pablo y Silas, y luego de sacarlos de la prisión les preguntó qué debía hacer para ser salvo. La respuesta de Pablo y Silas tiene tanto poder hoy día como lo tuvo hace siglos: Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo “tú y tu casa”. La sencilla fe en el Señor Jesús es suficiente para librarnos de la ira, quebrar el poder de la condenación y la culpa, justificarnos delante de Dios, y asegurarnos la vida eterna, la cual comienza desde el momento que declaramos a Jesús como Señor de todo y Señor de nuestras vidas. Pablo y Silas le hablaron la palabra de Dios al carcelero, y a todos los miembros de su oikos, esa red familiar, amigos, y asociados conectados con el carcelero a través de relaciones de confianza y contacto continuo. Como resultado, no sólo el carcelero se arrepintió y creyó en el Señor Jesús, siendo bautizado por Pablo y Silas, sino
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