Evangelizacion y Guerra Espiritual, Guia del Mentor, MG08

E V A N G E L I Z A C I Ó N Y G U E R R A E S P I R I T U A L

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forma y relacionarse con cierta gente, en una cierta forma. Él revela que estas personas son los más necesitados y vulnerables. Una vida que muestra compasión por el necesitado y el quebrantado, termina siendo el símbolo más importante de una auténtica relación con Jesús. Lo que necesitamos ver aquí es que la evangelización urbana enfatiza cierta clase de mensajero. De no ser esta clase, no será efectivo el mensaje del Señor . Esta simple afirmación deberá ser resaltada en todo lo que hagamos y digamos en el ministerio. El cómo es más importante que el cómo habla. Esto determinará finalmente hacia donde va. Todos los contactos a continuación procuran desenterrar lo que se acaba de ver en el devocional. No hay duda en que los ministerios actuales se enfocan en la preparación académica y profesional, no en una vida caracterizada por la compasión hacia los quebrantados y los pobres. Esto no es negociable. Cristo dice claramente quiénes le pertenecen y quiénes no. Si tomamos esto con seriedad, entonces nos demandará el valor de forjar una nueva dirección al entrenamiento, así como de calificar y considerar las credenciales de los líderes. No podremos volver a ignorar la importancia del amor, la compasión, el servicio, la justicia y la santidad para seleccionar evangelistas y otros que representen las Buenas Nuevas en la ciudad. Ignorar estas cosas sería tomar las palabras de Jesús y arrojarlas al lodo. Debemos tomar los parámetros del servicio ministerial seriamente, si los desatendemos lastimamos a aquellos a quienes enviamos. No existe algo que sustituya un carácter genuino para representar el evangelio y comunicarlo, ya sea hombre o mujer, niño o niña. Tarde o temprano, si únicamente usa la inteligencia y el conocimiento, las Buenas Nuevas de salvación estarán cubiertas de orgullo humano, posición y conocimientos. Sólo Cristo puede salvar un alma; sólo sus más íntegros mensajeros pueden llevar un fruto que permanezca, que dé honor y gloria a Dios (Juan 15.16).

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