Fundamentos para las Misiones Cristianas, Guia del Mentor, MG04

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F U N D A M E N T O S P A R A L A S M I S I O N E S C R I S T I A N A S

¡Levántese Dios! (continuación)

Aunque la historia no registra otro período amplio de avivamiento en el mundo de habla inglesa, sino hasta los años 1770’s (seguido por otro en los años 1790’s), el pequeño tratado de Edwards ha sido consultado y estudiado por muchos discípulos y congregaciones que anhelan ver una nueva y poderosa visitación de Dios sobre la Iglesia y el mundo. Al estar escribiendo este artículo, me doy cuenta que al presente ha transcurrido mucho tiempo desde las sociedades Inglesas y Escocesas del siglo 18, en que Edwards escribió su ensayo sobre el “avivamiento de la religión”. Al escribir mis pensamientos sobre este tema aquí en mi hogar en Norte América urbana, estoy consciente que con la llegada de otro milenio y el comienzo de un nuevo año, hemos heredado un mundo definitivamente más peligroso, complejo y de más temor que el de Edwards y sus contemporáneos de Escocia e Inglaterra. Más de 6,000 millones de personas habitan el planeta cargado de polución y sobrepoblación. Estamos a la orilla de la guerra, con reportes de amenazas terroristas y conflictos étnicos que “gritan” a través de las ondas radiales. Millones viven malnutridos y en miseria, y una vasta cantidad vive en desesperación sin remedio en un mundo que fundamentalmente es injusto e impío. Si jamás hubo un tiempo para renovar un humilde y serio llamado a la “oración extraordinaria” a favor de un pueblo, de un tiempo, de una hora, lo es en la actualidad. De los campos más duros y más difíciles de alcanzar sobre la tierra hoy día, las áreas urbanas de Norte América son consideradas como una de los más difíciles. Los niveles de pobreza, violencia y desesperación, hacen que los esfuerzos ordinarios se queden cortos y parezcan totalmente inútiles. Yo estoy convencido que solamente si Dios visita, si el Señor se levanta y dispersa sus enemigos, como dice el Salmo 68, prevalecerán la libertad, el bienestar y la justicia, tanto dentro del pueblo de Dios en la ciudad y por medio de ellos a quienes están en desesperante necesidad de la gracia y la provisión de Dios. Este tratado, al igual que el de Edwards, representa otro humilde intento de movilizar a los creyentes a clamar día y noche a Dios a favor de una Iglesia adormecida y por quienes sufren y que mueren sin Cristo. Sin embargo, el grito del corazón aquí está enfocado en las áreas urbanas de Norte América. Esto representa una súplica seria a llamar a un núcleo, un ejército de intercesores piadosos y disponibles a que se comprometan a luchar con Dios en oración prevaleciente para que Él irrumpa con su poder, para que haya un avivamiento espiritual entre su pueblo y que avance su Reino en las ciudades de todo el mundo.

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