Fundamentos para las Misiones Cristianas, Guia del Mentor, MG04
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F U N D A M E N T O S P A R A L A S M I S I O N E S C R I S T I A N A S
considerado un gran mal moral). Los pactos eran sellados y se les concedía la característica de testigos por medio del intercambio de obsequios, comiendo juntos, y frecuentemente se incluía el establecimiento de piedras como recordatorio. Eran confirmados con un juramento y con sacrificio. Tal vez la forma más común de pacto bíblico sea la ceremonia matrimonial. A través de la historia de Israel también se pueden ver otros pactos prominentes, por ejemplo el pacto de Dios con Noé, y su pacto en el Sinaí con los hijos de Israel. Los pactos de Dios, hayan sido condicionales o incondicionales, hablan de lo solemne del contrato entre Dios e individuos, o con su pueblo. El cuadro de La misión como el cumplimiento de la promesa divina puede ser trazado desde el pacto que Dios hizo con Abraham, con la condición que se fuera de su tierra y parentela a una tierra que Dios mismo escogería, y la correspondiente bendición que Dios haría de él una gran nación, lo bendeciría y haría grande su nombre, bendeciría y maldeciría a los que así lo hicieran con él, y en él serían benditas todas las familias de la tierra. El pacto de Dios con Abraham de proveerle una Simiente que bendeciría a las naciones fue renovado y confirmado en Isaac y Jacob, descendientes de Abraham, y después esclarecido en Judá, la tribu de la cual vendría el Mesías. Entre las familias de Judá, la casa de David fue escogida por Dios para que fuera la casa de la cual vendría la bendición de la Simiente real de Abraham. El heredero de David reinaría para siempre sobre la casa de Israel y sería una bendición a las naciones. La promesa de Dios para Abraham y David fue cumplida en la persona de Jesús de Nazaret, quien representa la Simiente de Abraham y al hijo de David, a través de quien el reino de Dios sería establecido. Por medio de la vida, muerte, resurrección y ascensión de Jesús, se ha cumplido la promesa del pacto de Dios. La misión es la afirmación y proclamación de las Buenas Nuevas con relación a la fidelidad de Dios al pacto en Jesús, y la Gran Comisión es el encargo de proclamar y enseñar el cumplimiento de la promesa para el bien de toda la humanidad, comenzando en Jerusalén y hasta lo más remoto de la tierra. El corazón de la empresa misionera es que en la persona de Jesús de Nazaret, la promesa hecha a Abraham y a David ha sido cumplida, y ahora, por la proclamación del evangelio, la promesa de vida eterna es ofrecida gratuitamente a las naciones por medio de la predicación de la cruz.
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