Haciendo Justicia y Amando la Misericordia: Ministerios de Compasion, Libro de Notas del Estudiante, SW16
H A C I E N D O J U S T I C I A Y A M A N D O L A M I S E R I C O R D I A : M I N I S T E R I O S D E C O M P A S I Ó N
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Capacitando al pueblo para la libertad, el bienestar y la justicia (continuación)
• Los lugares de trabajo deberían operar como comunidades que se preocupan.
Aunque una atmósfera impersonal caracteriza el ambiente de muchos negocios, el desarrollo cristiano se esfuerza en crear un marco de relaciones para quienes se estén capacitando, y para los empleados. Los obreros del desarrollo y los que participan en él, deben establecer patrones de cuidado del uno al otro, más allá del apremio del proyecto a la mano.
6.2 El desarrollo debe capacitar a la gente a ser plenamente responsables de sus propias vidas y a ver por las necesidades de los otros.
Explicación
El desarrollo surge de la convicción que todo trabajo es honroso. Dios ha ordenado que los seres humanos se ganen la vida con integridad y excelencia. Tal mandato para el trabajo individual está fundamentado en el mandamiento original de Dios dado a la humanidad en la creación, y continúa vigente y se afirma en las enseñanzas de los apóstoles. Mientras que Dios demanda que su pueblo sea generoso y hospitalario con los necesitados y los forasteros (2 Co. 9), también demanda que todos trabajen honestamente con sus propias manos (1 Ts. 4), y hace el cargo que los que se nieguen a trabajar, a su vez se les debería negar benevolencia, es decir, “si alguno no trabaja, que tampoco coma” (comp. 2 Ts. 3.10). El desarrollo rechaza la noción que la creación de la riqueza es intrínsecamente mala. Tal opinión es simplista y no comprende a fondo la noción bíblica de la mayordomía cristiana. El desarrollo le apunta a crear abundancia, pero nunca por causa de ganancia egoísta o avaricia y codicia. Más bien, el desarrollo toma en serio el requisito bíblico que nosotros trabajamos, no meramente para satisfacer nuestras propias necesidades, sino porque de la abundancia que Dios ha provisto, podemos usar nuestros bienes y recursos para satisfacer las necesidades de otros, especialmente de nuestros hermanos y hermanas en el cuerpo de Cristo (comp. Efe 4; 2 Co. 8; Gál. 6). El estándar bíblico es que quienes antes de entrar al Reino robaban, ya no roben más, sino que trabajen honradamente en quietud e integridad, con el fin de tener suficientes recursos para satisfacer sus propias necesidades, y tengan suficiente abundancia para encargarse de otros. El desarrollo no solamente procura honrar a los necesitados al asegurarse que ellos puedan participar en el derecho básico de trabajar, también los desafía a confiar en Dios para suplir sus necesidades por medio de labor honrosa que les permita ser proveedores para ellos mismos y para otros.
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