Jesús Recortado de la Imagen

Capítulo 1: ¿Por qué está llorando ese anciano?

E N JUNIO DEL 2005 programé una visita a Wichita con mi viejo amigo Brian, un pastor asociado del Medio Oste de Estados Unidos. Lo que empezó como un agradable fin de semana se convirtió en un acontecimiento histórico en mi vida. Desde 1991, cuando fui llamado al servicio misionero con World Impact, he vivido en dos mundos. Durante años, mi esposa Cathy y yo habíamos sido voluntarios de World Impact, cuando de repente, con un preaviso de sólo unos pocos días, la organización me pidió que fuera su Vicepresidente de Administración. Con nuestro primer hijo (Ryan) en camino, no estábamos en condiciones de movernos abruptamente a la comunidad del centro de Los Ángeles donde vivían los otros misioneros de World Impact. Así que comenzamos nuestro trabajo en la ciudad viviendo a 12 millas de distancia, como miembros de una iglesia evangélica en Burbank. Con los años, las diferencias entre mis dos mundos creció. Subconscientemente, sentí que la brecha era mayor. Mi experiencia en la iglesia local se volvía cada vez más superficial, escueta, menos estimulante, mientras que mi vida en el centro de la ciudad era retadora, emocionante y estimulante (a veces más retadora de lo que yo esperaba). Algunos dirían que se trataba de una diferencia entre misioneros (que son serios y llamados por Dios) y una iglesia local (compuesta por creyentes comprometidos y pasivos). Pero yo sabía que era más que

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