La obra redentora de la pobreza: Guía del mentor
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de nosotros mismos, pero otras cosas que intentaremos hacer por razones egoístas.
I. Síndrome del Salvador: asumir un papel que Dios nunca quiso que tuviéramos 1. Queremos entrar, salvar y rescatar personas y sus comunidades. 2. Ninguno de nosotros tiene la capacidad de salvar a nadie. No podemos salvarnos a nosotros mismos. Podemos ser usados por Dios para poder mejorar las situaciones. 3. No tenemos intenciones declaradas de explotar a las personas en situación de pobreza, ni queremos entrar en un barrio y ser tóxicos. 4. Que le hayan llamado la atención que se supone que no debe salir a rescatar a la gente, pero aún así está tratando de rescatar a la gente. 5. Si no abordamos nuestra capacidad o nuestra presuposición de ir y tratar de salvar a la gente, terminaremos con mucha angustia, dolor y sufrimiento. Lo único que la gente necesita de nosotros es que Jesús esté dentro de nosotros. II. Paternalismo: un asunto de dinámicas de poder 1. Al ofrecer ayuda, sentimos que somos los padres y los que viven en la pobreza son los niños y, por lo tanto, no pueden cuidar de sí mismos y no tienen voz para participar o dar su opinión sobre sus propios sueños, esperanzas, metas, etc. 2. Asumimos que sabemos qué es lo mejor. 3. No sea un dictador. No entre, tome el control y dicte lo que se debe hacer y cómo se debe hacer. Si sabemos qué es lo mejor, entonces deberíamos trabajar junto con el individuo o la comunidad para encontrar la mejor manera de avanzar con sus aportes y construir cosas juntos.
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