Listos para la siega - Imprimible
348 • L ISTOS PARA LA SIEGA
C. Una vez que todos los enemigos de Dios hayan sido derribados por Cristo, incluyendo la muerte, la guerra divina cesará; Dios se convertirá en todo en todos. 1 Cor. 15:22-28 – Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados. Pero cada uno en su debido orden: Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida. Luego el fin, cuando entregue el reino al Dios y Padre, cuando haya suprimido todo dominio, toda autoridad y potencia. Porque preciso es que él reine hasta que haya puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies. Y el postrer enemigo que será destruido es la muerte. Porque todas las cosas las sujetó debajo de sus pies. Y cuando dice que todas las cosas han sido sujetadas a él, claramente se exceptúa aquel que sujetó a él todas las cosas. Pero luego que todas las cosas le estén sujetas, entonces también el Hijo mismo se sujetará al que le sujetó a él todas las cosas, para que Dios sea todo en todos. D. Como resultado de toda guerra, Dios recibirá toda la gloria en toda la guerra; la gloria y la alabanza pertenecen exclusivamente al Señor. Ex. 14:1-4 – Habló Jehová a Moisés, diciendo: Di a los hijos de Israel que den la vuelta y acampen delante de Pi-hahirot, entre Migdol y el mar hacia Baal-zefón; delante de él acamparéis junto al mar. Porque Faraón dirá de los hijos de Israel: Encerrados están en la tierra, el desierto los ha encerrado. Y yo endureceré el corazón de Faraón para que los siga; y seré glorificado en Faraón y en todo su ejército, y sabrán los egipcios que yo soy Jehová. Y ellos lo hicieron así.
IV. La identidad de Dios como Guerrero tiene implicaciones significativas para nuestra plantación de iglesias urbanas; la imagen y el drama – Ver la visión y vivir el drama hoy
A. En la batalla del universo, Dios siempre ha sido y sigue siendo el principal Combatiente; Él es el Señor de la siega, Mt. 9:35-38.
Contexto Valores/Visión Preparar Lanzar Agrupar Nutrir Transicionar Horario/Cartilla
B. Sólo Dios puede salvar la ciudad: no bastarán las armas carnales en las batallas espirituales, Sal. 127:1-2.
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