Listos para la siega
S ESIÓN 2: P REPARAR • 123
Libertad en Cristo Dr. Don Davis • Vea www.tumi.org/churchplanting
La libertad no es un elemento en la vida cristiana. No es una de sus formas. No se expresa accidentalmente, o según las circunstancias, o por medio de encuentros. En algunas circunstancias, la templanza es obra de la fe, en otros la fidelidad, en otros la justicia estricta, en otros la clemencia extrema. La libertad, sin embargo, no es así. No es una parte o una expresión fragmentaria de la vida cristiana. Es la vida cristiana. La libertad está fuera de la lista de virtudes. No es uno de los frutos del Espíritu. Es el pedestal en el cual todo el resto se puede fijar. Es el clima en el cual todas las cosas se desarrollan y crecen. Es la significación de todos los actos. Es su orientación. Es la condición del resto de la vida cristiana. La libertad no es, pues, uno de los elementos de la ética o moral cristiana. Sin ella no habría ética. La vida cristiana está puesta en ella. Una vez más, la libertad no es una actitud que podamos poner o retrasar como queramos. Estamos tan acostumbrados a no traer la libertad a nuestro pensamiento cristiano que no se nos ocurre que es la situación de la que depende todo. Estamos listos para acusarnos de no ser justos o amar. Pero casi nunca soñamos con cuestionar nuestra falta de libertad o preguntarnos si la estamos expresando en la totalidad de nuestras vidas. Si somos teólogos, podemos argumentar que esta situación está hecha para nosotros. Somos libres porque hemos sido liberados. La libertad ha sido adquirida. Se ha dado. Nos hemos vuelto libres. No puede haber alteración de esto. Se ha convertido en más o menos un elemento constitutivo en mi vida y naturaleza. ¿Por qué, entonces, debería preocuparme? Es parte de la nueva naturaleza con la que me he invertido. No puedo perderlo puesto que está garantizado por mi gracia. . . . . . . Ahora bien, este mensaje encuentra tan poco lugar en la enseñanza de la iglesia que nunca encontramos ni siquiera la más mínima referencia a ella en nuestros catecismos, ni hay ninguna investigación de la vida cristiana sobre la base de la libertad. Los manuales de ética o bien ignoran la libertad, o provisionalmente la colocan entre las virtudes, como Pablo no hace, o encontrar un lugar para ella en la descripción de la naturaleza humana. La libertad no se presenta en ninguna parte como una situación global que debería encontrar expresión en cada uno de nuestros actos. Tal vez esto es algo que se da por sentado. Pero la cuestión de la manifestación visible y concreta de la libertad nunca se toma como punto de partida. . . . Es un tema que ha desaparecido del horizonte cristiano. El creyente no se preocupa
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