Manual de plantación de iglesias: PLANT

P rólogo

Edificaré mi iglesia La gente no se salva sólo para ir al cielo. Dios está creando un pueblo. No podemos perder de vista esto. Desafortunadamente, muchos han reducido la historia de la salvación a una simple fórmula de “Dios creó el mundo, somos pecadores, por eso Dios envió a Jesús para salvarnos de cada uno de nuestros pecados”. ¡Creación, pecado, Jesús y eso es todo! Algunos se preguntan, ¿qué hay de malo en eso? Esto es lo que está mal: la fórmula creación-pecado-Jesús conduce a un cristianismo hiperindividualizado, en el que nuestra fe se centra exclusivamente en nuestra vida personal. Jesús se convierte en un botón eclesiástico para servirme a mí, a mí mismo y a mí. Degradamos el mensaje del evangelio hasta convertirlo en un consumismo burdo. La Biblia nos ofrece una historia detallada, no una fórmula sencilla. Cuando confesamos a Jesucristo, estamos confesando la idea transformadora de que Cristo vino a morir por los pecados, a derrotar a Satanás y a destruir sus obras, y a restablecer el reino de Dios en la tierra. Esa es la obra que Jesús hizo con su vida, muerte, sepultura y resurrección. A partir del libro de los Hechos, el Nuevo Testamento está escrito bajo el supuesto de que vivimos

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