Orando los Salmos con Agustín y Amigos
Capítulo 5: Salmos 81–101
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Salmo 92 con Agustín – Gratitud en todas las circunstancias
Que ningún cristiano espere bendiciones presentes o se prometa la felicidad del mundo, porque es cristiano, más bien que use la felicidad que tiene. Cuando esté presente, den gracias por el consuelo de Dios. Cuando falte, den gracias por la justicia divina. Estén siempre agradecidos al Padre cuando los consuela y acaricia, y también cuando los castiga y enseña. Dios siempre actúa con amor, ya sea que acaricie o amenace. Digan: ¡Cuán bueno, SEÑOR, es darte gracias y entonar, oh Altísimo, salmos a tu nombre! (v. 1). Florecen los justos . . . en la casa del SEÑOR . . . Aun en su vejez, darán fruto, siempre estarán saludables y frondosos (vv. 12–14). No te dejes seducir por la prosperidad de los malvados. No admires la flor de la hierba. No admires a los que solo son felices por una temporada, pero miserables por toda la eternidad. Si quieres florecer como un árbol, y no marchitarte como la hierba cuando calienta el sol, ¿qué declararás? El SEÑOR es justo, él es mi roca y en él no hay injusticia (v. 15). ¿Cómo puede no haber injusticia? Una persona comete grandes pecados; está bien, tiene hijos, una casa grande, orgullo y honores; otra persona, inocente, que se ocupa de sus propios asuntos, no roba, no hace nada contra nadie, sufre encadenada, en la cárcel, es arrojada y se lamenta en la pobreza. ¿Cómo es posible que no haya injusticia en Dios? ¿No es esto injusto? Porque Dios es eterno, por el momento perdona a los malos, llevándolos al arrepentimiento. Mientras tanto castiga a los buenos, instruyéndoles en el camino hacia el reino de los cielos. No temas. El hombre malo acabará oyendo: “Apártense al fuego eterno”. En ese momento serás elevado
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