Orando los Salmos con Agustín y Amigos

Capítulo 1: Salmos 1–17

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Salmo 5 con Agustín – Viendo a Dios Presta atención a mis súplicas, rey mío y Dios mío, porque a ti yo oro. Por la mañana, SEÑOR, escuchas mi clamor (vv. 2–3). El salmista comprende por qué no ve, porque aún no ha pasado la noche, es decir, la oscuridad que merecen nuestros pecados. Por eso dice, a ti yo oro ; es decir, porque tú, a quien ruego, eres tan poderoso, por la mañana, SEÑOR, escuchas mi clamor. Tú no puedes ser visto, dice, por aquellos de cuyos ojos aún no se ha disipado la noche de los pecados: cuando haya pasado la noche de mi error, y se hayan disipado las tinieblas que por mis pecados he traído sobre mí, entonces escuchas mi clamor . No debemos aferrarnos a las cosas terrenales, si queremos ser capaces de ver verdaderamente a Dios, que se ve con un corazón limpio. En cuanto a los impíos, sus ojos (es decir, sus mentes) son rechazados por la luz de la verdad, a causa de la oscuridad de los pecados que practican habitualmente, de modo que no son capaces de mantener el brillo del entendimiento correcto. Por tanto, incluso los que a veces ven, los que entienden la verdad, siguen siendo injustos; son retenidos por amor a aquellas cosas que los alejan del Señor. Llevan consigo su noche, no solo el hábito, sino incluso el amor a pecar. Pero si pasa esta noche, si dejan de pecar y este amor al pecado se aparta, la mañana amanecerá, para que no solo entiendan, sino que también se aferren a la verdad. Tú no eres un Dios que se complace en lo malo; a tu lado no tienen cabida los malvados. No hay lugar en tu presencia para los altivos, pues aborreces a todos los malhechores (vv. 4–5). Pero yo, por tu gran amor puedo entrar en tu casa; puedo postrarme reverente hacia tu santo Templo (v. 7).

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