Orando los Salmos con Agustín y Amigos

Capítulo 2 Salmos 18–38

Salmo 18 con Agustín – Dios, Mi roca y refugio ¡Cuánto te amo, SEÑOR, fuerza mía! (v. 1). Tú me haces fuerte. El SEÑOR es mi roca, mi amparo, mi libertador (v. 2). Señor, tú me sustentaste, porque en ti me refugié, y me refugié, porque tú me libraste. Es mi escudo, el poder que me salva, ¡mi más alto escondite! (v. 2). Mi defensor, porque no me he apoyado en mí mismo, levantando contra ti el poder de la soberbia, sino que te he hallado como poder verdadero, es decir, la cumbre segura de la salvación. Me libró de mi enemigo poderoso (v. 17), que me afligieron e intentaron derribarme. Y de mis enemigos, que fueron demasiado fuertes para mí, mientras estuve bajo los que no conocen a Dios. En el día de mi desgracia me salieron al encuentro (v. 18). Ellos me hirieron primero, mientras yo soportaba un cuerpo mortal y tedioso. Pero mi apoyo fue el SEÑOR (v. 18).

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