Orando los Salmos con Agustín y Amigos
Capítulo 2: Salmos 18–38
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Salmo 25 con Agustín – Caminando por el camino angosto
En ti confío; no permitas que sea yo humillado (v. 2) . Oh, Dios mío, por confiar en mí mismo fui llevado hasta esta debilidad carnal; y yo que al abandonar a Dios quise ser igual a Dios, temiendo la muerte del más pequeño insecto, quedé en ridículo avergonzado por mi soberbia; ahora, pues, en ti confío, no seré avergonzado. No dejes que mis enemigos se burlen de mí (v. 2), quienes, enredándome con insinuaciones serpentiformes y secretas, e incitándome con “Bien hecho, bien hecho”, me han llevado a esto. Quien en ti pone su esperanza jamás será avergonzado (v. 3). Sean avergonzados los que hacen cosas vanas injustamente, para adquirir cosas pasajeras. SEÑOR, hazme conocer tus caminos; y enséñame tus sendas (v. 4): no las que son anchas y llevan a muchos a la destrucción (Mat 7:13); pero tus sendas, estrechas y conocidas por pocos, enséñame. Encamíname en tu verdad (v. 5), evitando el error. Y enséñame , porque por mí mismo no conozco más que la mentira. Porque tú eres mi Dios y mi salvación. ¡En ti pongo mi esperanza todo el día! (v. 5). Pues desterrado por ti del Paraíso, y habiendo emprendido mi viaje a un país lejano, no puedo volver por mí mismo, a menos que salgas al encuentro del errante. Mi regreso espera tu misericordia. Bueno y justo es el SEÑOR (v. 8). El Señor es misericordioso, pues incluso se compadece de los pecadores e impíos al perdonarles todo lo pasado. Pero el Señor también es recto; después de la misericordia de la gracia inmerecida, exige de nosotros buenas obras apropiadas para el juicio final. Por eso les muestra a los pecadores el camino (v. 8). Pues
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