Orando los Salmos con Agustín y Amigos

Capítulo 2: Salmos 18–38

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Salmo 29 con Juan Calvino – La existencia de Dios La voz del SEÑOR está sobre las aguas; resuena el trueno del Dios de la gloria (v. 3). David enumera ahora las maravillas de la naturaleza. Conviene celebrar tanto el poder de Dios como su bondad en sus obras. Puesto que no hay nada en el curso ordinario de la naturaleza, en el cielo y en la tierra, que no nos invite a la contemplación de Dios, podría haber mencionado, como en el Salmo 19:1, el sol y las estrellas o la tierra con sus riquezas; pero elige solo aquellas obras de Dios que prueban no solo que el mundo fue en un principio creado por él, y está gobernado por su poder, sino que también despiertan a los adormecidos, y los arrastran a adorarlo humildemente a pesar de ellos mismos. La experiencia también nos dice que los más atrevidos en su desprecio a Dios son los que más temen los truenos, las tormentas y conmociones tan violentas. Con gran sabiduría, por lo tanto, el profeta atrae nuestra atención a estas instancias que golpean a los rudos y despistados con algún sentido de la existencia de un Dios, y los despiertan a la acción, por más perezosos y desatentos que sean. No dice que el sol sale de día en día y derrama sus rayos vivificantes, ni que la lluvia desciende suavemente para fertilizar la tierra con su humedad. En cambio, habla de truenos, tormentas violentas y cosas que golpean los corazones humanos con pavor por su violencia. Dios, es verdad, habla en todas sus criaturas, pero aquí el profeta menciona esos sonidos que nos despiertan de nuestra somnolencia, o más bien de nuestro entumecimiento, por la fuerza de su ruido. Hemos dicho que este lenguaje se dirige principalmente a los que, conobstinada imprudencia, desechan de sí todo pensamiento de Dios. Los mismos ejemplos que usa declaran que David quería someter con

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