Orando los Salmos con Agustín y Amigos

Capítulo 3 Salmos 39–59

Salmo 39 con Ambrosio – Guardando silencio Me dije a mí mismo: “Mientras esté ante gente malvada vigilaré mi conducta, me abstendré de pecar con la lengua, me pondré una mordaza en la boca” (v. 1). No tenga ninguna duda al respecto, cuando las personas le molestan y atormentan por hacer lo correcto, esas personas son sirvientes del pecador más malvado de todos. David vio esto con ojos proféticos y reconoció el rostro del maligno. Por eso guardó silencio. No tenía ningún deseo de hacer la voluntad de aquel que arruina la paz mental. Simplemente no dijo nada. Cerró sus puertas en silencio; la paciencia estaba ante él, y el silencio mantuvo una vigilia. Ningún enemigo podía colarse, y de sus labios cerrados no salía ningún discurso ambivalente, ninguna charla descuidada. Mucho más poderosa es la persona paciente que sabe gobernarse a sí misma que la valiente que toma fortalezas. La persona justa es su propia guardia eterna.

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