Raíces Sagradas
legado común bíblico y teológico de la Iglesia primitiva. Tal desprecio ignora el valor hermenéutico de los credos ecuménicos de la Iglesia. Esto reduce la historia de Dios del mundo a una de las muchas teologías que hoy por hoy compiten y deterioran el testimonio unificado de la Iglesia, al plan de Dios para la historia del mundo. Por lo tanto, llamamos a los evangélicos a la unidad en “la tradición que ha sido creída donde sea, siempre y por todos”, así como a la humildad y la caridad en sus diversas tradiciones protestantes. 4. La adoración de la Iglesia como promulgación de la narrativa de Dios Hacemos un llamado a la adoración pública, la cual canta, predica y promulga la historia de Dios. Hacemos un llamamiento a una consideración renovada de cómo Dios nos ministra en el bautismo, la eucaristía, la confesión, la imposición de manos, el matrimonio, la sanidad, y de cómo nos bendice por medio de los dones del Espíritu, para que estas acciones den forma a nuestras vidas y sean de significado para el mundo. Por lo tanto, llamamos a los evangélicos a alejarse de formas de culto que se centran en Dios como un mero objeto de inteligencia, o que afirman el yo como la fuente de adoración. Dicha adoración se ha traducido en modelos enfocados en conferencias, basados en música, centrados en rendimiento y en programas, que no proclaman adecuadamente la redención cósmica de Dios. Por lo tanto, llamamos a los evangélicos a recuperar la esencia histórica de la adoración, de la Palabra y de la Cena del Señor; y a atender el año litúrgico que marca el tiempo de acuerdo a los actos salvíficos de Dios. 5. La espiritualidad en la Iglesia como la encarnación de la narrativa de Dios Hacemos un llamado a una formación espiritual catequética del pueblo de Dios, que se basa firmemente en una narrativa bíblica trinitaria. Nos preocupa cuando la espiritualidad se separa de la historia de Dios y del bautismo en la vida de Cristo y su cuerpo. La espiritualidad, independizada de la historia de Dios, se caracteriza a menudo por el legalismo, el mero conocimiento intelectual, una cultura excesivamente terapéutica, el gnosticismo de la Nueva Era, un rechazo dualista de este mundo y una preocupación narcisista con la experiencia propia. Estas falsas espiritualidades son insuficientes para los retos que enfrentamos en el mundo de hoy. Por lo tanto, llamamos a los evangélicos a volverse a una espiritualidad histórica como la que se enseñó y practicó en el catecumenado antiguo.
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