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Capítulo 1: La más grande historia en la Palabra• 29

de Dios, su único Hijo entraría en su creación. Al ser concebido por el Espíritu Santo y nacido de la virgen María, el verdadero Hijo de Dios y nuestro Salvador se encarnaron. La misma Palabra que estaba con Dios y era Dios entró en el ámbito de la vida humana, asumiendo la forma de un sirviente, y se encontró en la semejanza de la humanidad, tomando en sí nuestra fragilidad, vulnerabilidad y sufrimiento. Como el último Adán que deshacería el daño causado por la desobediencia del primer Adán, Jesús de Nazaret cumplió la voluntad moral del Padre. A través de sus palabras, mostró la sabiduría del Reino, y a través de sus obras, mostró el poder del Reino. A través de echar demonios, mostró la autoridad del Reino, y a través de sus milagros demostró la liberación del reino del mal, la maldición, la enfermedad, el pecado e incluso la muerte. Ni hades, ni la muerte, ni la enfermedad, ni el diablo pudieron resistir su clara y verdadera representación del Padre. En él se inauguró el Reino; la misma palabra jurada a Abraham se hizo visible para que todos la vieran. En el clímax de su vida, se sometió y se hizo obediente a la muerte, incluso a la muerte en una cruz romana. En una notable muestra de coraje y gracia, Jesús el Nazareno fue al Calvario, asumiendo libremente el pecado y la rebelión de la humanidad, sufriendo como el Cordero de Dios, la víctima sufriendo en nuestro nombre. Voluntariamente, nuestro Señor entregó su vida y murió, pagando la pena de nuestro pecado y destruyendo al diablo y sus obras. Al morir, eliminó la muerte, y en su sufrimiento restauró la creación al Padre, y a los hijos del Padre. Después de tres días, el Mesías de Dios, Jesús de Nazaret, resucitó de la muerte, trayendo esperanza y nueva vida a toda la creación de Dios, y a toda la humanidad. Ahora, debido a la obediencia del Hijo y su victoria sobre la maldición y la tumba, todas las criaturas recibirán las bendiciones de la gran salvación de Dios.