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Capítulo 2: El principio de reversión y el reino de Dios al revés • 43
donde el poder y la gloria de Dios se manifiestan en su Hijo, una manifestación viviente de la inauguración de la Era por venir en esta era actual. La singularidad y finalidad de la revelación de Dios en Cristo se ve en el prólogo del libro de Hebreos: Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, [2] en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo; [3] el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas, [4] hecho tanto superior a los ángeles, cuanto heredó más excelente nombre que ellos. ~ Hebreos 1:1-4 De todas las “muchas veces y muchas maneras” Dios reveló su gloria y palabra a los profetas de su intento de restaurar la creación, la forma final y distintiva en esta época fue la revelación dada a través de su Hijo. En todos los aspectos, la venida de Jesús es la venida de la presencia del Reino en este mundo. La predicación y el ministerio de Juan el Bautista corresponde al ministerio de Elías, quien declararía la venida del Mesías (Mateo 11:2-6). La inauguración del ministerio de Jesús en Nazaret comienza con su cita de Isaías y el ministerio del Mesías, que dijo, se cumplió en su audiencia ese sábado por la mañana: Vino a Nazaret, donde se había criado; y en el día de reposo entró en la sinagoga, conforme a su costumbre, y se levantó a leer. [17] Y se le dio el libro del profeta Isaías; y habiendo abierto el libro, halló el lugar donde estaba escrito: [18] El Espíritu del Señor está sobre mí, Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; Me ha enviado a sanar a los quebrantados
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