Conversion y Llamado, Guia del Mentor, MG01

C O N V E R S I Ó N Y L L A M A D O

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debemos darnos cuenta que Dios, y sólo Él, puede proveernos de la ayuda y la seguridad que necesitamos para poder darle gloria. Esta transformación es de gracia y por gracia, y es un resultado de nuestra unión con Dios en Cristo.

Todos los puntos de contacto se centran en preguntas de profesión y posesión de fe. Una cosa es decir que usted pertenece a Dios en Cristo, y otra completamente diferente es pertenecerle a Él verdaderamente. Una gran responsabilidad del liderazgo espiritual en la Iglesia, es la de identificar y discernir una profesión de fe auténtica. Los apóstoles advirtieron que después de que ellos murieran, se infiltrarían en la Iglesia los que afirmaban pertenecer a Cristo pero que en realidad no le pertenecían a Él (Hechos 20.29ss; 2 Pedro 2.1ss). Entre la gente pobre de su ciudad, para muchos que se identifican como cristianos, su fe posiblemente no está basada en la transformación y conversión, sino en una creencia doctrinal, en una afiliación social o cultural a cierta iglesia o grupo religioso. Mientras progresa su lección, será importante enfatizar los desafíos asociados con el identificar la verdadera espiritualidad para diferenciarla de la fe fingida. La conversión no es tan sólo un concepto del Nuevo Testamento; sino también se menciona en el Antiguo Testamento, originalmente en referencia a aquellos considerados como extraños o de estancia temporal entre el pueblo israelita. A dichas personas se les restringía la participación en la vida religiosa de Israel en varias dimensiones (Éxodo 12.43-49), pero se les permitía ofrecer sacrificio a Dios (si es que estaban circuncidados), y celebrar la Pascua junto con el pueblo (Números 14.13-15; Éxodo 12.48-49). Rut es una ilustración buena, una extraña que se “convierte” a Jehová (el Dios de Israel) y participa con el pueblo de Dios. Un claro paralelismo para este tópico es el bien conocido tema profético del llamado a Israel para volverse a Dios (por ejemplo, Jeremías 3.1-4.4; Isaías 55). Aunque Israel era infiel (Jeremías 3.1-4), Dios tendría misericordia de Su pueblo; Él los llama al arrepentimiento y a encontrar misericordia (Jeremías 3.12-13; Isaías 55.1-9). Esta “conversión” debe ser acompañada por señales, que proveen la evidencia externa del cambio interno (Jeremías 4.1-4). Por supuesto, Israel mismo no podía simplemente generar ninguna señal de transformación; el pueblo debía ser fortalecido por el mismo poder de Dios (Zacarías 4.6; Jeremías 3.22), y ser renovado por completo en su relación con Dios y uno con el otro.

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