Conversion y Llamado, Guia del Mentor, MG01

C O N V E R S I Ó N Y L L A M A D O

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En el Nuevo Testamento, la importancia de la conversión puede ser ilustrada por la persona del Apóstol Pablo, quien describe su conversión en Gálatas 1.15-16 en términos del tema del llamado profético. El cambio de Pablo vino a través de un encuentro personal con el mismo Cristo, y no tan sólo por un cambio en las prácticas religiosas o de afirmaciones doctrinales. Su cambio se debió a una re-consideración completamente dramática y revolucionaria de su entendimiento de Dios, del mundo, de la vida, de la salvación y de la verdad a través de Jesucristo. De cualquier manera que entendamos la terminología bíblica, es claro mirar el ejemplo de Pablo, que él se convirtió en el sentido de una total y completa transformación de vida y de situación. Antes de su transformación, él se describía a sí mismo como un fariseo fiel, con un celo apasionado por sus colegas (Filipenses 3.5-6; Gálatas 1.14). Después de su encuentro con el Señor Jesucristo resucitado (1 Corintios 9.1-2; 15.8-10), Pablo se convierte inmediatamente. Fue transformado (Filipenses 3.7) y comisionado para ser el apóstol a los gentiles(Gálatas 1.15-16; 1 Corintios 9.1-2; 15.8-10) y predicador de la cruz de Jesucristo (1 Corintios 1-2). Los detalles de la confrontación de Pablo con el Señor resucitado son expuestos en Hechos 9, 22, y 26. Las imágenes de conversión en las Escrituras son coloridas y abundantes: Dios atrae a Sí mismo a otros (1 Corintios 1.2), los compra a través de Su sangre (1 Corintios 6.20), los hace libres y los libra del poder del pecado (Romanos 6.17-18), y son recipientes de la gracia y el inmerecido favor de Dios (Romanos 3.21-26). En los relatos del libro de Hechos, en algunas de las narrativas del tema de la conversión, vemos una relación directa entre conversión y fe en las buenas nuevas de Jesucristo. La importancia y la cronología de la conversión de Saulo en Pablo (Hechos 9, 22, 26) está acompañada por la conversión del eunuco etíope (Hechos 8.26-40), Cornelio y su familia (Hechos 10.1-11.8), y por muchos otros que se convirtieron cuyos nombres desconocemos (por ejemplo, Hechos 2.41-42; 4.4; 9.35, 42). Lo que es significativo al observar estas conversiones, es que una transformación en el Reino de Dios no se debe a un esfuerzo propio, a trabajo severo, o a una decisión ética. Hombres y mujeres se convierten como resultado de escuchar el mensaje del amor de Dios en Jesucristo, y comprometerse a sí mismo con Él a través de la fe. Este reconocimiento de tener conexión con Dios a través de Jesús se confirma en el bautismo, y es acompañada de las señales de un renacimiento espiritual, las señales del Espíritu Santo. Lo importante aquí es observar la correlación directa entre las buenas nuevas de Dios y el evangelio. La conversión ocurre como resultado

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