El Antiguo Testamento Testifica de Cristo y Su Reino, Libro de Notas Del Estudiante, SW09

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E L A N T I G U O T E S T A M E N T O T E S T I F I C A D E C R I S T O Y S U R E I N O

todas las naciones (Gn. 12-13). La promesa de una simiente, un heredero, un guerrero bendecido que daría fin a las obras del diablo, fue renovada en los hijos de Abraham, Isaac y Jacob, y luego fue dada a Judá, hijo de Jacob (Gn. 49). La promesa en el AT es través de la casa de Judá, hasta que se hace explicito que la simiente pertenecería a la casa de David (compárelo con 2 Sm. 7), y los profetas añaden más conocimiento y revelación sobre el carácter y obra de la simiente (ej. Is. 9.6-7; 53.1-12). Finalmente, la simiente se revela en el NT, siendo Jesús de Nazaret, quien es el cumplimiento de la promesa antigua del Señor de traer a la tierra a alguien que redimiría a su pueblo, para restaurar la creación y reinar por siempre como Señor y Rey del universo. Los apóstoles dejan en claro que Jesús de Nazaret es de hecho la simiente de Abraham buscada hace tanto tiempo (ej. Pablo en Gálatas 4.4, “Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley”). Igualmente, Juan aclara cuál fue el propósito de Jesús de Nazaret al venir al mundo: 1 Juan 3.8 “El que practica el pecado es del diablo; porque el diablo peca desde el principio. Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo”. Sin duda alguna, Jesús de Nazaret es el cumplimiento de la promesa antigua de Jehová de enviar a la humanidad, de la simiente de la mujer, a una persona que redimiera su culpa, y que destruyera finalmente las obras del diablo. Esta imagen de la serpiente cuya cabeza es aplastada por el guerrero victorioso del Señor, es dominante en la imaginación y retórica de los apóstoles. Esto se ve reflejado en los siguientes textos del NT: Ro. 16.20 - Y el Dios de paz aplastará en breve a Satanás bajo vuestros pies. La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con vosotros. Ef. 4.8 - Por lo cual dice “Subiendo a lo alto, llevó cautiva la cautividad, y dio dones a los hombres”. Col. 2.15 - y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz. Heb. 2.14-15 - Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo [15] y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre.

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