El Reino de Dios, Guia del Mentor, MG02
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E L R E I N O D E D I O S
naciones. En una escena impresionante, el cielo y la tierra huyen de delante del trono de Dios, los libros del juicio son abiertos (una metáfora para un archivo cuidadoso de todos los hechos), y todos los que no son hallados en el Libro de la Vida son echados al lago que arde con fuego y azufre (20.11-15). Este impresionante, cuadro simbólico del juicio final revela la anchura del alcance cósmico del juicio (20.11; 21.1). El libro termina con el descenso de la Nueva Jerusalén como la morada de Dios con la humanidad, un nuevo cielo y una nueva tierra son introducidos, y los santos de Dios viviendo en una nueva creación donde Jesús es la luz de la ciudad para siempre (Ap. 21-22). Entonces las grandes visiones proféticas antiguas serán una realidad: Yahweh hará todas las cosas nuevas en su universo recreado (Isaías 11.6-9; 65.17-25 comparar con Ro. 8.22-23). El poder verdadero de la doctrina del juicio final, en asociación con la consumación del Reino de Dios, es su habilidad de inspirar compromiso y discipulado. Sabiendo que el mundo tendrá muy pronto que estar bajo el ojo crítico del Señor de las huestes, esta idea debe inspirar un vivir santo y un ministerio novedoso, sabiendo que los mismos cielos serán quemados en la renovación que viene (2 Pe. 3.11-13). La imaginación cristiana nunca podrá sondear las profundidades de las cosas maravillosas que esperan a aquellos que creen en Jesús el Cristo. Todo lo que se refiere al cambio que nos espera nos da anticipos de que el nuevo orden transcenderá todo lo que sabemos; no que nos convertiremos en una nueva especie, pero mas bien una nueva humanidad. Hay ambas cosas, continuidad y discontinuidad con el mundo y la existencia como hoy es. Por ejemplo, nuestros cuerpos no serán clasificados como cuerpos de carne y sangre (1 Co. 15.50), pero tendrán cierto tipo de continuidad con nuestros cuerpos presentes, quizás en los términos de ambas formas tanto como el “nuevo físico” de nuestros cuerpos nuevos (ej., Mt. 5.29, 30; 10.28; Ro. 8.11, 23; 1 Co. 15.53). Nosotros tendremos cuerpos en el nuevo Reino de Cristo, pero no necesitaremos alimentos físicos para sustentarnos (Ro. 14.17), ni tampoco deseos de tener copulación o sexo (Mt. 22.30; Marcos 12.25; Lucas 20.35). Muchas analogías de acuerdo a la idea de festejar están salpicadas a través del cuadro del Reino en el Nuevo Testamento, y Jesús prometió que él tomaría junto con sus discípulos del jugo de la vid en el Reino (Mt. 26.29). Las imágenes de nuestra existencia en el nuevo orden de Dios son deliciosamente fabulosas: nosotros por siempre nos
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