Fundamentos para las Misiones Cristianas, Guia del Mentor, MG04

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F U N D A M E N T O S P A R A L A S M I S I O N E S C R I S T I A N A S

¿Qué ha determinado Dios específicamente acerca de Jerusalén con relación a su propia presencia y gloria? 5. Explique la naturaleza de la “ironía divina” asociada con Dios, la imagen secular de la ciudad y su transformación a un nuevo y diferente símbolo. 6. ¿Cómo la designación de Dios de seis ciudades de refugio, y el perdonar a Nínive, completamente transforma nuestro punto de vista de la ciudad secular y no arrepentida? Explíquelo. 7. ¿A qué podemos atribuir que, para cualquier ciudad que se arrepienta delante de Dios, sus habitantes pueden recibir su atención y misericordia, inclusive al afrontar juicio y muerte? 8. Lea el análisis de Ryken que aparece enseguida, sobre nuestra responsabilidad cristiana a la luz de la transformación de la ciudad, de objeto de rebelión a un lugar de la presencia de Dios. ¿Qué piensa de sus puntos de vista sobre cómo debemos actuar ahora a la luz de la imagen transformada por Dios de la ciudad?

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¿Cómo debería afectar nuestras vidas hoy, la transformación de la ciudad por Dios?

A la luz de lo complejo que es la imagen de la ciudad, la vida cristiana debe mostrar ciertas características. Primero, el cristiano es un ciudadano de la ciudad de Dios por medio de la justicia basada en la fe, no en las obras de la ley. Por analogía, Pablo compara estos dos puntos con la “Jerusalén de arriba” y la “presente Jerusalén” (Gál. 4.22–26; comp. Flp. 3.20). Los que intentan justificarse mediante sus propios esfuerzos delante de Dios son ciudadanos de la segunda; mientras los que miran a Cristo con fe son ciudadanos de la primera. Segundo, la vida cristiana está marcada por respeto al gobierno humano como fuente provisional de Dios para el orden desde la Caída y antes de la consumación (Mt. 22.21; Ro. 13.1–7; 1 Pe. 2.13–17); por lo tanto, el creyente debe vivir como José o Daniel en relación al mundo que le rodea. La antigua Epístola de Diogneto, una defensa del cristianismo, describe a los cristianos como quienes “moran en sus propios países, pero sólo como forasteros; ellos hacen su parte de toda responsabilidad como ciudadanos, y soportan toda clase de dificultades como extranjeros. Cada país extranjero es una patria para ellos, y cada patria es extranjera.…Su existencia está en la tierra, pero su ciudadanía está en el cielo” (Epístola a Diogneto 5.1–9).

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