Haciendo Justicia y Amando la Misericordia: Ministerios de Compasion, Guia del Mentor, MG16
H A C I E N D O J U S T I C I A Y A M A N D O L A M I S E R I C O R D I A : M I N I S T E R I O S D E C O M P A S I Ó N
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es señal de una salvación y espiritualidad auténticas parece no mencionarse o enfatizarse mucho como señal de la fe auténtica, incluso en las iglesias que proclaman guardar una fidelidad absoluta a la Palabra de Dios. La justicia auténtica viene a través de la fe en Jesucristo, la cual resulta en obras de justicia y misericordia visibles, legítimas y que expresan un corazón redimido. R. C. Sproul menciona la incapacidad de muchos (que profesan ser cristianos) de demostrar su espiritualidad a través de sus actos: Desde la época de Israel en el Antiguo Testamento hasta los fariseos del Nuevo Testamento, la justicia litúrgica sustituyó la justicia auténtica. Es decir, que los hombres se satisfacían obedeciendo los rituales de la comunidad religiosa antes que cumplir con las implicaciones de la ley. Los fariseos, por ejemplo, fueron reprendidos por Jesús por diezmar la menta y el comino mientras omitían los problemas de mayor peso ante la ley: la justicia y la misericordia. Jesús indicó que los fariseos estaban en lo correcto cuando daban su diezmo, pero que se equivocaban en asumir que los ejercicios litúrgicos habían completado los requerimientos de la ley. La justicia litúrgica se había convertido en un sustituto de la verdadera y completa obediencia. Dentro del mundo evangélico, la justicia o rectitud son palabras raras. Hablamos de moralidad, espiritualidad y piedad. Rara vez, sin embargo, de rectitud. Mas la meta de nuestra redención no es la piedad o la espiritualidad, sino la rectitud. La espiritualidad del Nuevo Testamento es la manera de obtener rectitud. Ésta es definida como el ejercicio de la gracia dada por Dios para moldearnos a la imagen de su Hijo. Es decir que las disciplinas de la oración, el estudio bíblico, la comunión en la iglesia, la evangelización, etc.,no son un fin en sí mismas, sino que están diseñadas a ayudarnos a vivir rectamente. Nos estancaremos pronto en nuestro crecimiento si creemos que el fin de la vida cristiana es la espiritualidad. Las preocupaciones espirituales son el comienzo de nuestro caminar con Dios. Debemos darnos cuenta del peligro de pensar que la espiritualidad completa los requerimientos de Cristo para nuestras vidas. Caer en esa trampa—la trampa de los fariseos—es sustituir la rectitud auténtica por las prácticas
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