Iglesia poco común (Uncommon Church, Spanish Edition)

AHÍ VA EL VECINDARIO

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por tanto, te he dado en oprobio a las naciones, y en escarnio a todas las tierras. Las que están cerca de ti y las que están lejos se reirán de ti, amancillada de nombre, y de grande turbación”. “He aquí que los príncipes de Israel, cada uno según su poder, se esfuerzan en derramar sangre. Al padre y a la madre despreciaron en ti; al extranjero trataron con violencia en medio de ti; al huérfano y a la viuda despojaron en ti”. (Ezequiel 22:1-7) Jerusalén se había superado a sí misma. Se había vuelto vergonzosa, horrible y cruel. El deseo de ella (y de todas las ciudades) era que reflejara la presencia de Dios; en cambio, su espiritualidad se había vuelto tóxica. ¿Qué creó ese ambiente malvado? Sus influenciadores institucionales, los príncipes de Israel. Ninguno de ellos estaba siendo responsabilizado, así que Dios intervino. Los funcionarios estaban abusando de su poder, tratando a los ciudadanos con falta de respeto para enriquecerse. Habían ido más allá del maltrato hacia la opresión inhumana de las poblaciones vulnerables de inmigrantes, huérfanos y viudas. El flujo de la economía se había corrompido hasta el punto en que la moralidad de la transacción no era una consideración. Tal vez los peores culpables estaban en el establecimiento religioso. Sus sacerdotes violaron mi ley, y contaminaron mis santuarios; entre lo santo y lo profano no hicieron diferencia, ni distinguieron entre inmundo y limpio; y de mis días de reposo apartaron sus ojos, y yo he sido profanado en medio de ellos. Sus príncipes en medio de ella son como lobos que

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