Meras Misiones

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y destruir. Es un tirano totalmente depravado. Sus malos caminos enfermizos no conocen límites. No hay nada bueno en él. Odia a la Iglesia y nunca detendrá su ataque contra ella. Esto ni siquiera comienza a sumergirse en las profundidades de este ángel creado empeñado nada menos que en derrocar a Dios, Su Reino y los santos que han sido rescatados de las garras de este príncipe del poder del aire. Con una pequeña comprensión de esto se puede entender por qué la Iglesia debe ser militante. Nuestra batalla no es contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes (Ef. 6:12). Necesitamos ser agresivos, violentos, combativos y confrontativos hacia el pecado que tan fácilmente puede enredarnos (Heb. 12:1). Observe cómo nos dice esto a “nosotros”, y no al mundo. No debemos ser: agresivos, violentos, combativos y confrontativos hacia el mundo. Ya ellos están enredados en el pecado y bajo la ira de Dios. El único medio y poder para desenredarlos y apaciguar la ira de Dios es el Evangelio de la paz. Por militante también quiero decir que debemos avanzar agresivamente en misiones para expandir y hacer avanzar el Reino de Dios en territorio ocupado por el enemigo. No debemos permitir que el pecado, Satanás o el mundo nos obstaculicen. Nuestra causa es honrar y glorificar a Dios en la guerra espiritual en la que nacimos, sabiendo que el enemigo nunca se detendrá. La Iglesia es la Comunidad del Reino, pero nunca el Reino mismo. El Reino es el reinado de Dios y el ámbito en el que se experimentan las bendiciones de su reinado; la Iglesia es la comunión de aquellos que han experimentado el gobierno y el reinado de Dios y han entrado en el disfrute de sus bendiciones. El Reino crea la iglesia, obra a través de la iglesia y es proclamado en el mundo por la iglesia. La Iglesia es el final del juego en la ciudad.