Meras Misiones
This is the Spanish edition of Mere Missions.
MERAS MISI NES Avanzando para Multiplicar Rev. Bob Engel
SPANISH
MERAS MISIONES
MERAS MISIONES Avanzando para Multiplicarnos Rev. Bob Engel
TUMI Press 3701 East 13th Street North • Suite 100 • Wichita, Kansas 67208
Meras Misiones: Avanzando para Multiplicarnos
© 2022. The Urban Ministry Institute. Todos los derechos reservados. Está prohibida la copia, redistribución y/o venta de estos materiales, o cualquier transmisión no autorizada, excepto que lo permita expresamente la Ley de derechos de autor de 1976 o por escrito del editor. Las solicitudes de autorización deberán dirigirse por escrito a:
The Urban Ministry Institute 3701 East 13th Street North Suite 100 Wichita, KS 67208
© 2024 Traducción al Español por José Enrique Bauzá Proenza. “Edición por Nain Alberto Garcia Navarrete.”
ISBN: 978-1-62932-092-2
The Urban Ministry Institute es un ministerio de World Impact, Inc.
Reina-Valera 1960™ (RVR1960) (©1960, Sociedades Bíblicas Unidas)
A mi esposa, Susan, quien es una mujer increíble. Al héroe cantado de las misiones, el apóstol Pablo, a quien sólo puedo soñar con seguir como él siguió a Cristo. Al héroe anónimo, Roland Allen. Sus cuatro libros me han formado al involucrarme en misiones entre los pobres. Al personal de TUMI, con quienes colaboro en el Evangelio. Al Rev. Dr. Don Davis, un mentor que me ha inspirado, me dio libertad para experimentar, me hizo reír hasta
el punto de llorar y me perfeccionó en mi llamado. Él ha sido forjado en hierro que me ha afilado. Y al Espíritu Santo, Aquel que dirige la expansión y avance del Reino de Dios.
“. . . no somos de los que retroceden.” Hebreos 10.39a
TABLA DE CONTENIDO
Prólogo . . . . . . . . . . . . . 11
Prefacio . . . . . . . . . . . . . 15
Introducción
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C apítulo 1 Jesús Es Señor: El Cariño . . . . . . . . . 31
C apítulo 2 El Espíritu Santo: Empoderar . . . . . . . . 63
C apítulo 3 El Evangelio: Evangelizar
103
C apítulo 4 La Iglesia: Equipar
139
C apítulo 5 El Reino: Estrechar
175
C onclusión Seguir Avanzando: Esperar
193
Apéndices
A péndice 1 Diez principios rectores de la plantación de iglesias
209
A péndice 2 Avanzando el Reino en la Ciudad: Multiplicar congregaciones con una identidad común
210
A péndice 3 Cristo Victorioso: Una visión integrada para la vida y el testimonio cristiano . 213 A péndice 4 El paradigma del liderazgo de la iglesia: El caso del liderazgo bíblico . . . . . . . . 214
A péndice 5 Interacción de clase, cultura y raza
215
A péndice 6 Diagrama de discipulado
216
A péndice 7 Discipular a los fieles: Establecer líderes para la Iglesia Urbana A péndice 8 Aptos para representar: Multiplicando Discípulos del Reino de Dios
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218
A péndice 9 Desde antes hasta más allá del tiempo: El Plan de Dios y la Historia Humana . . . . . . 219
A péndice 10 Avanzar mirando hacia atrás: hacia una recuperación evangélica de la Gran Tradición . . . . 222
A péndice 11 Cómo PLANTAR una Iglesia
230
A péndice 12 En Cristo
239
A péndice 13 Jesús de Nazaret: la presencia del futuro . . . . . 240
A péndice 14 Viviendo en el reino del Ya y del Todavía No
241
A péndice 15 ¡Que Dios se levante! Las siete “A’s” de buscar al Señor y suplicar Su Favor
242
A péndice 16 El Credo Niceno con apoyo bíblico
244
A péndice 17 Érase una vez: El drama cósmico a través de una narración bíblica del mundo
247
A péndice 18 Descripción general de las fases de planificación de la plantación de iglesias . . . . . 250
A péndice 19 Un esquema para una teología del Reino y de la Iglesia
252
A péndice 20 Diagrama de crecimiento espiritual 1
254
A péndice 21 Diagrama de crecimiento espiritual 2
255
A péndice 22 Pasos para equipar a otros
256
A péndice 23 El camino de la sabiduría
258
PRÓLOGO
Como alguien que considera un gran honor ser colega y amigo de Bob, creo que él es uno de los principales líderes de misiones globales en la Iglesia de Jesús en la actualidad. Estoy convencido de que luego de leer detenidamente y abordar sus reflexiones sobre las misiones en este libro, estará de acuerdo con mi evaluación. ¿Por qué? Fácilmente podría ofrecer varias razones tangibles para respaldar esta afirmación. Primero, Bob ha desempeñado diversos roles de responsabilidad en las misiones durante casi cuarenta años, evangelizando y discipulando en algunas de las comunidades pobres más difíciles de Estados Unidos. Además, ha plantado en la ciudad iglesias que crecieron hasta convertirse en puestos de avanzada saludables y eficaces para mostrar el Reino en barrios difíciles y abandonados. Y, además de esto, Bob ha asesorado, entrenado y enviado a docenas de plantadores de iglesias y entrenadores llamados a plantar iglesias saludables en comunidades de pobreza, aquí en los Estados Unidos y en todo el mundo. Ciertamente, no puedo pensar en otro individuo tan respetado por los más altos líderes apostólicos del Señor en todo el mundo como Bob. Su experiencia, humildad, pasión estratégica y carga por Cristo y Su Reino es convincente y evidente, desde el primer momento en que lo encuentras. En el lenguaje de la calle, ¡Bob es legítimo!
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Este pequeño pero notable texto captura parte de la riqueza de ideas de Bob extraídas de su propia y cuidadosa reflexión bíblica, así como de su rica y relevante experiencia ganando personas para Cristo. Este libro contiene los principios y verdades más básicos de la misión, es decir, el fundamento crítico para pensar por qué debemos hacer misiones evangélicas en el mundo de hoy. Mientras muchos líderes y denominaciones abogan por el fin de la misión clásica del Evangelio (es decir, evangelismo, discipulado y plantación de iglesias), Bob aboga por un regreso a las “meras misiones”, un juego de palabras con el texto clásico de C. S. Lewis, Mero Cristianismo . Con el mismo espíritu que el trabajo clave resumido de Lewis, Meras Misiones de Bob establece lo que debe considerarse como un curso intensivo sobre enfoques y verdades de las misiones bíblicas, convirtiéndolo en un texto esencial de “Misiones Básicas”. No sólo para aquellos llamados a la plantación de iglesias y el evangelismo, este libro debería ser ampliamente leído y estudiado por cualquiera interesado en comprender firmemente la perspectiva, la visión y las estrategias para realizar un trabajo misionero intercultural eficaz del Evangelio en el siglo XXI. Partiendo de la suposición de que las misiones bíblicas siguen siendo válidas y necesarias en el mundo actual, plantea una estrategia eficaz que toma en serio la predicación apostólica y la experiencia histórica acerca de la proclamación de Cristo. Está escrito con la claridad de un practicante experto y con el corazón de un líder apostólicamente talentoso con mucho que enseñar sobre cómo representar a Cristo en los barrios de pobreza no alcanzados. Meras Misiones merece una lectura lenta, reflexiva y llena de oración. Destaca la urgencia del Evangelio en nuestra sociedad y mundo en constante cambio, e identifica sin titubeos el gran número de personas que aún no han oído hablar del amor de Dios en Cristo. Él no anda con rodeos. Para Bob, lo que está en juego no podría ser mayor y este momento no podría ser más
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crítico. Aquellos de nosotros que amamos el Evangelio de Jesucristo debemos redoblar nuestros esfuerzos de inmediato para redescubrir la naturaleza del llamado y la obra misionera, y hacer todo lo que podamos para que nuestra contribución cuente, mientras quede tiempo. ¡Esta es la súplica de corazón de Bob para que nos unamos a la lucha! Que tenga éxito, desafiandonos a redescubrir lo que son las Meras Misiones, para que podamos aprender mejor a contar la historia de la vida y la esperanza en Cristo a un mundo perdido y moribundo. Don L. Davis 15 de junio de 2022
PREFACIO
Tras recibir toda autoridad en el cielo y en la tierra, Jesús dijo a sus discípulos, “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mateo 28:19-20). El Reino de Dios ha entrado al mundo y el Rey de este Reino dio la misión de levantarse, salir y “avanzar y multiplicarse”. Este movimiento no puede evitar avanzar, ya que está relacionado con el carácter, el ser y el pensamiento del Dios Todopoderoso. “Porque de tal manera amó Dios al mundo (el carácter de Dios: amor, misericordia, compasión), que ha dado a su Hijo unigénito (el ser de Dios: misiones, envío, iniciación), para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo (el pensamiento de Dios: salvación, esperanza, rescate) por él” (Juan 3:16-17). Este mismo carácter, ser y pensamiento de Dios está ahora dentro de nosotros, Su Iglesia. Este es el motivo más profundo para las misiones. Está en nuestro ADN espiritual. Desde esa encomienda, el Reino ha estado avanzando y expandiéndose, como un grano de mostaza (Mat. 13:31-32),
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en un mundo atado y esclavizado en un Reino de Tinieblas gobernado por un verdadero tirano demoníaco espiritual. La Iglesia, aunque defectuosa e imperfecta, ha sido fiel en la misión. ¿La prueba? Usted y yo. Somos discípulos del Nazareno porque alguien nos proclamó el Evangelio de Jesús y el Señor de la Cosecha nos rescató en nuestro clamor, “ten misericordia de mí” (Lucas 18:38). Esta línea de “pies hermosos” (Rom. 10:15) que nos trajeron las buenas nuevas se remonta a la obediencia de la Iglesia primitiva que fielmente testificó del Señorío de Jesús. Me encanta la Gran Comisión. Estoy en deuda con el Cristo Victorioso que comisionó a Sus Apóstoles a avanzar y multiplicarse para que un día yo pudiera responder a las Buenas Nuevas de “la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él” (Rom. 3:22). Y ahora, ha sido mi turno, es nuestro turno, de seguir avanzando hacia adelante para multiplicarnos. Resueno con el escritor de Eclesiastés cuando expresó esta sabiduría: “No hay fin de hacer muchos libros; y el mucho estudio es fatiga de la carne” (Ecl. 12:12). Entonces, ¿para qué escribir un libro? Cada año se escriben aproximadamente 1.000.000 de libros. ¿Qué le aportará el libro 1.000.001 a las complejidades de las misiones en el siglo XXI posmoderno? Me remito a las perspicaces palabras de A. W. Tozer, quien escribió: “El único libro que debería escribirse jamás, es aquel que brota del corazón, forzado a salir por la presión interna”. Durante cuatro décadas de ministerio urbano entre los pobres, los principios que he aprendido de las misiones, en muchos casos de la manera más difícil, se han manifestado en diversos momentos y oportunidades. Escribo este libro para abrir el grifo y aliviar la presión interna que fluye desde mi corazón por las misiones y mi amor por el Señor Jesús. Eso por sí solo sería suficiente para aliviar la presión dentro de mi corazón, pero si hay incluso uno que esté inspirado y aplique las pepitas de la misión que comparto, entonces eso sería una bendición adicional.
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Originalmente tenía un título diferente para este libro, pero hice un cambio luego de releer el libro clásico de C. S. Lewis, Mero Cristianismo. En su prefacio, Lewis define el “mero” cristianismo como aquel que consiste en aquellas creencias que han sido “comunes a todos los Cristianos en todo tiempo”. Adoptando esa línea de pensamiento, Meras Misiones: Avanzando para Multiplicarnos consiste en esos principios que son comunes, prevalentes a las misiones en todo tiempo. C. S. Lewis probablemente tuvo sus detractores de Mero Cristianismo. Yo no me pongo al nivel de C. S. Lewis, así que estoy seguro que habrá aquellos que menosprecien y desafíen a Meras Misiones. No tengo problemas con eso. Doy la bienvenida a la conversación, no a la condenación. Me aferro acertadamente a las palabras de David, “Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; Pruébame y conoce mis pensamientos; Y ve si hay en mí camino de perversidad, Y guíame en el camino eterno” (Sal. 139:23-24) C. S. Lewis, al abordar el tema de Mero Cristianismo , dijo en su prefacio: “Soy sólo un laico, y en este punto nos estamos adentrando en aguas profundas. Sólo puedo decir, por si sirve de algo, cómo veo yo personalmente el asunto”. Yo también soy sólo un laico. No soy un misiólogo. No tengo títulos superiores de educación. Al igual que Lewis, sólo puedo decirles, por si sirve de algo, cómo yo, personalmente, veo el asunto de las misiones y la Iglesia. Como dijo J. Herbert Kane: “Cuando la Iglesia ha sido fiel a su propia idea, siempre ha sido una comunidad de testimonio. Cuando ha perdido su visión misionera, se ha vuelto hacia adentro y ha entrado en decadencia. Pero siempre que ha experimentado un avivamiento, siempre ha retomado su tarea esencial: las misiones mundiales”. Nada hay nuevo debajo del sol (Ecl. 1:9). Eric Hoffer en su libro, El Verdadero Creyente: Reflexiones sobre la Naturaleza de los Movimientos de Masas , lo dijo así: “Las grandes revoluciones cristianas no surgen del descubrimiento de algo que no se conocía antes. Ocurren cuando alguien toma radicalmente algo
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que ya estaba ahí”. Este libro es un recordatorio, una renovación de los viejos cimientos que son eternos y atraviesan todas las culturas. Este libro sobre misiones no es un hidrante de incendios en el que te abrumarás por su volumen y fuerza. Es un grifo. Mi oración es que al abrir el grifo puedas llenar tu copa para beber y refrescarte e inspirarte para no retroceder y seguir avanzando para la expansión y el avance del Reino de Dios, por la gracia de Dios y en el poder de Su Espíritu Santo. Bob Engel Junio de 2022
INTRODUCCIÓN
Una iglesia que no esté profundamente penetrada por la fe en que el centro crucial de toda la historia humana es lo que Dios ha hecho, en y a través de Cristo, difícilmente emprenderá un esfuerzo misionero sostenido, y su testimonio nunca tendrá la dureza, la resiliencia, la paciencia y la resistencia sin la cual las misiones no pueden cumplir su tarea.
~ G. W. Peters, Una teología de las misiones
Porque he visto violencia y rencilla en la ciudad. Día y noche la rodean sobre sus muros, E iniquidad y trabajo hay en medio de ella. Maldad hay en medio de ella, Y el fraude y el engaño no se apartan de sus plazas. ~ Salmos 55:9-11 Entiendo estos versos. He visto la violencia y la lucha en la ciudad, tanto de día como de noche tiene lugar. Miembros de pandillas se disparan entre sí mientras que un Club Bíblico se lleva a cabo en mi jardín delantero; ser amenazado cuando asistía a una reunión de musulmanes negros en mi centro comunitario local; escuchar los disparos y llegar primero para ver el cuerpo sin vida de una joven embarazada desplomada en el asiento
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delantero de su automóvil. O ¿qué causaría que un joven adolescente se afeitara la mitad de la ceja, se tatuara “666” en ese lugar, se llamará a sí mismo en la calle “Satanás”, e intentara matar a su abuela? ¿O ministrarle a una joven cuyo proxeneta le arrancó los aretes de los lóbulos, la golpeó, la arrojó a un huerto de cactus y la dio por muerta? Nada ha cambiado desde que el rey David escribió esto sobre su amada ciudad de Jerusalén hace más de cuatro mil años. Las fuerzas destructivas que actúan en el mundo son reales, implacables, imprudentes y no muestran parcialidad en cuanto a edad, género, clase o etnia. Además, estas fuerzas luchan contra el Reino de Dios, y toda la humanidad nace en medio de estos dos reinos que están en conflicto. Fue C. S. Lewis quien escribió: “Territorio ocupado por el enemigo, eso es lo que es este mundo. El cristianismo es la historia de cómo el rey legítimo ha desembarcado, se podría decir disfrazado, y nos llama a participar en una gran campaña de sabotaje”. Este libro trata sobre la “gran campaña de sabotaje” a la que hemos sido llamados, en realidad ordenados, a participar. En cierto sentido, nos convertimos en Saboteadores del Reino en un “territorio ocupado por el enemigo”. O como lo dice el título de mi libro, “ Meras misiones: Avanzando para Multiplicarnos” . Para que la Iglesia avance mejor en las misiones, es fundamental tener una comprensión clara de los tres mandatos importantes que Dios ha comunicado en las Escrituras y a quién se los comunica. El primer mandato fue dado a todos como miembros de la raza humana. Es un servicio filantrópico y humanitario prestado de persona a persona a nivel humano. Se nos dio la responsabilidad y la alegría de desarrollar una cultura saludable en la cual vivir y prosperar, que se base en la comunión con nuestro Creador, amar a los demás como nos amamos a nosotros mismos y mantener nuestro mundo. Este mandato se nos da como miembros de la humanidad y no como miembros de la Iglesia.
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Cuando el pecado entró en nuestro mundo, hizo la responsabilidad algo imposible. Todos los sistemas que componen una cultura sana (religión, familia, comercio, política, derecho, educación, hábitat, salud, medio ambiente) ahora han sido corrompidos por los efectos cancerígenos de la humanidad pecadora. Si se pasa por alto, la humanidad se aniquilaría entre sí, se despojaría por completo y contaminaría todo lo bello de este planeta y buscaría su propia adoración y fama en lugar de su Creador. Dios, cuyo amor (ágape) no conoce límites, no permitiría que esto quedara sin control. En Cristo Jesús, Él trajo reconciliación y restauración y comenzó a revertir los efectos del pecado. Un anticipo del Reino de Dios fue iniciado, teniendo lugar su finalización con el regreso del Hijo de Dios. Es entonces cuando habrá comunión y adoración sin obstáculos con nuestro Dios; amor genuino entre todas las naciones, tribus y pueblos; y un cielo nuevo y una tierra nueva en los que habitar (Apoc. 21:1). Hasta este regreso del Rey, Dios no ha absuelto a la humanidad de este mandato, y continuamos esforzándonos por lograr un mundo sano en el que vivir y sobrevivir. El segundo mandato lo da el Señor Jesús a Sus discípulos. Su enfoque está dirigido a aquellos que están dentro de la Sociedad del Reino, Sus hermanas y hermanos, y no a toda la humanidad. Es el nuevo mandamiento del Señor cuando dijo: “Éste es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado.” (Juan 15:12). Cuando demostramos este amor en acción dentro de la Sociedad del Reino abordando el racismo (ni judío ni gentil), sexismo (masculino ni femenino), clasismo (rico ni pobre), Jesús dijo que el mundo sabría que somos sus seguidores (Hechos 2:42-47; Hechos 6; Gálatas 2:11-14; 1 Juan 3:23). Si vamos a dar testimonio a los incrédulos perdidos en el mundo, debemos comenzar con nuestro amor mutuo. Si un “mundano” mira “dentro” de la Iglesia y ve racismo, sexismo, clasismo y división en lugar de unidad (Juan 17:21-23), o mínimamente, el esfuerzo intencional de quienes dicen ser discípulos de Jesús
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trabajando juntos para abordar genuinamente estas cuestiones, entonces ¿por qué el “mundano” querría entrar “adentro”? Ellos ya ven y experimentan esto en el mundo que los rodea. Debemos dejar de lado las costumbres infantiles (1 Cor. 13:11) y ser agresivos e intencionales en el amarnos unos a otros. Somos hermanos y hermanas (Efesios 1:5) de la misma familia de fe (Gal. 6:10); linaje escogido, real sacerdocio, nación santa (1 Pedro 2:9). El tercer mandato del Señor Jesús también se da a Sus seguidores como miembros de la Sociedad del Reino. Su enfoque es hacia aquellos que están fuera de la Iglesia, hacia todos los que están espiritualmente muertos (Ef. 2:1) y en enemistad con Dios (Rom. 8:7; Santiago 4:4). El mandato es “Id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”. Se nos ha confiado un mensaje que nos hace libres (Gal. 5:1), reconcilia (2 Cor. 5.18) y restaura (1 Pe. 2:24) la comunión con Dios para todos aquellos que por la fe confiesan a Jesús como Señor y creen en su corazón que Él está vivo (Rom. 10:9). Este mandamiento no niega, reemplaza, duplica ni absorbe el primer o segundo mandamiento. Se sostiene por sí solo. Es llevado adelante por el evangelismo que conduce al discipulado y a la plantación de iglesias. Este mandato no fue dado a la humanidad sino a todos aquellos que aclaman a Jesucristo como Señor y se considera misión en el sentido bíblico estricto de “el envío de personas autorizadas a comunidades sin iglesia para proclamar el Evangelio con el fin de ganar conversos a Jesucristo, hacer discípulos de los conversos y reunir a los discípulos para formar iglesias locales que funcionen, se multipliquen y que den fruto del Reino de Dios en esa comunidad” (Hechos 13:1-3; Hechos 26:18; Ef. 4:11 [algunos son apostólicos en don y llamado]; Jonás 3; Marcos 16:15; Mt. 28:19-20; Lucas 24:47; Juan 20:22-23). Todos los
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hijos de Dios debemos honrar a Cristo Señor en nuestro corazón como santo, estando siempre preparados para defender a cualquiera que nos pida razón de la esperanza que hay en nosotros, pero haciéndolo con mansedumbre y reverencia (1 Pedro 3:15). Esto es diferente en que ciertos individuos dentro de la Sociedad del Reino son autorizados y enviados (Hechos 3:1-3) con la tarea de ganar conversos a Jesús a través de la proclamación del Evangelio que conduzca al establecimiento de comunidades del Reino que funcionen y se multipliquen y que, como discípulos de Señor Jesús, sean obedientes al segundo y tercer mandato. Hablaré más sobre esto en el capítulo sobre el Evangelio. Mantener distinguidos los tres mandatos mantendrá a la Iglesia clara y le dará libertad y sabiduría para maximizar la administración de su tiempo, talento y tesoro. No es misión de la iglesia apuntar a la reorganización total de todo el valor y tejido social. Esa es la misión de la humanidad y, como ya mencioné, estamos fallando y dirigiéndonos a la destrucción. Sin embargo, de lo que podemos estar seguros es que la iglesia cristiana primitiva no estaba simplemente interesada en las almas incorpóreas de los perdidos. El Nazareno argumentó que seríamos juzgados por cómo respondiéramos al hambriento, al sediento, al desnudo, al extraño, al enfermo y al prisionero. Dondequiera que era aceptado el Evangelio, los creyentes demostraban el poder y la gracia de Cristo en hechos tangibles de amor, justicia y hospitalidad. Los creyentes fundaron los primeros albergues, algunos de los primeros hospitales para los pobres, y realizaron obras de generosidad y misericordia para los marginados y los destrozados. Incluso en los escritos de los primeros detractores del cristianismo se describe a los cristianos como defensores de la imagen de Dios en cada persona de la sociedad. ¡Incluso cuidaban de esclavos, niños y mujeres! Literalmente, ser creyente era hacer brillar una luz que revelara la justicia, la libertad y la plenitud del Reino ante ojos y
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corazones incrédulos. Los creyentes en sus actos de caridad y gracia demostraron ser fieles al mandato de Cristo: “Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.” (Mat. 5:16). Entonces, el camino del Evangelio para la transformación mundial parecía, a primera vista, adoptar un enfoque poco directo hacia el cambio social. Los apóstoles no apuntaron directamente a tal fin. Tampoco lo hizo Jesús. No se involucraron en procesiones contra la brutalidad policial romana, la esclavitud, las injusticias sociales o económicas, ni marchas por los derechos civiles, salarios más altos o una mejor educación. Jesús no autorizó a nadie a hacer tal cosa. Él autorizó y ordenó a sus discípulos amarse unos a otros e ir a proclamar las Buenas Nuevas, hacer discípulos, lo que llevaría al establecimiento de nuevas iglesias para la gloria de Dios y la expansión de Su Reino. De hecho, algunos incluso podrían argumentar que vemos lo contrario en el Señor Jesús. Escondida en el Evangelio de Lucas se encuentra la siguiente historia de un encuentro que tuvo Jesús que revela la realidad de la eternidad de la que Jesús era tan consciente. “En este mismo tiempo estaban allí algunos que le contaban acerca de los galileos cuya sangre Pilato había mezclado con los sacrificios de ellos. Respondiendo Jesús, les dijo: ¿Pensáis que estos galileos, porque padecieron tales cosas, eran más pecadores que todos los galileos? Os digo: No; antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente.” (Lucas 13:1-3). Jesús era un judío galileo. Aunque tenían ascendencia, religión y etnia mutuas, eran culturalmente diferentes a los judíos de Judea. Los galileos acudieron a Jesús, uno de los suyos, esperando una mezcla de compasión e indignación. Estoy seguro de que pensaron que las vidas galileas serían importantes para Jesús dada no sólo su conexión cultural sino también por la brutalidad e injusticia de la fuerza policial romana. Esto ciertamente exige una respuesta, un clamor, una
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protesta de Jesús. A eso se sumó la falta de respeto a su religión, a su Dios, al Dios y Padre suyo. Fue una injusticia social y religiosa de proporciones épicas. Seguramente Jesús haría algo. Como Hijo del Hombre, no hizo nada. No hubo protesta ni se formó una organización para abordar esta atrocidad. Sin embargo, como Hijo de Dios, tuvo una respuesta. Señalandoles los asuntos eternos, dijo: “Antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente”. Al “ojo temporal” le puede parecer que Jesús es frío, indiferente y antipático. ¿Dónde está Su humanidad? ¿Dónde está Su corazón pastoral en una tragedia como ésta? ¿O qué pasa con la justicia que es “correr como aguas, y la justicia como poderoso arroyo” (Amós 5:4)? Sin embargo, el “ojo eterno” del Hijo de Dios le permitió comunicar la respuesta más bondadosa, comprensiva, pastoral y justa que se le puede dar al hombre: “Antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente”. La palabra griega usada para perecer es destrucción permanente (absoluta), es decir, cancelar (eliminar); morir, con la implicación de ruina y destrucción; causar pérdida (perecer completamente) al experimentar un final miserable. ¿Qué podría ser más solidario, comprensivo, pastoral y justo que esto? “Porque ¿qué aprovechará el hombre si ganare todo el mundo [justicia social], y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?” (Marcos 8:36-37). Meras Misiones trata, en última instancia, de la salvación de los seres humanos, la salvación de sus “almas”. El Señor ha atado (Mateo 12:29), despojado (Col. 2:15) e infligido una herida a nuestro enemigo espiritual que ahora permite que las almas sean liberadas (Lucas 4:18) de la esclavitud y la tiranía en la que todos hemos nacido. La humanidad está liberada de las cadenas del pecado y de la muerte a las que Satanás nos mantenía esclavizados y, él mismo, ahora está atado como cautivo. El Evangelio es el poder que libera a las almas cuando se recibe en fe obediente. Fue para la libertad que Cristo Jesús nos hizo libres (Gál. 5:1). Esta libertad, sin embargo, resulta en buenas obras
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transformadoras de vidas realizadas a nuestros amigos, familiares y vecinos. Estas obras de bondad, justicia y rectitud dan plena demostración de la gracia que ha tocado nuestras almas y ha dado origen a estas obras que hacemos: “Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.” (Efesios 2:10). El alma que dice ser salva debe caminar en las obras que Dios ha preparado para que ella o él haga; la fe sin obras, en todos los casos, está realmente muerta (Santiago 2:14-26). Entonces, vemos que el desafío es claro. El Espíritu Santo dirige a la iglesia a las almas (con la alusión bíblica a la parte eterna de la vida humana) que están siendo salvadas. La Iglesia recibe estas almas en una nueva familia donde el racismo, el sexismo, el clasismo y la división son tratados para que el mundo vea nuestro amor mutuo y nuestra unidad. El Reino, gobierno y reinado de Dios, Su dominio, está dirigido al destino eterno de las almas. Las misiones son nuestra parte en el mandato de Dios de participar con Él en “buscar y rescatar” almas. Si bien este lenguaje de las “almas” puede parecer a primera vista ingenuo o incluso arcaico, creo que es el lenguaje de las Escrituras. Sin embargo, ese lenguaje no descarta la realidad de la vida humana como una realidad de cuerpo-alma-espíritu. Cuando Dios redime un alma, el cuerpo se convierte en templo del Espíritu Santo (1 Cor. 6:19-20), y el espíritu es sellado con el mismo Espíritu de Dios (Ef. 1:13). Mi énfasis en las almas no es una negación de nuestra existencia humana; es decir que en el Evangelio está en juego el destino eterno de cada persona. Negar esto no es bíblico, y describir la vida humana como sólo un “asunto del alma” tampoco es bíblico. (Los primeros gnósticos afirmaban que sólo el alma era importante, y que el cuerpo carecía de importancia y era irrelevante. Tal enseñanza fue rechazada por no cristiana ya en el siglo I).
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Al participar con el Dios de las misiones, descubrí que la mejor regla de compromiso es la simplicidad. No estoy diciendo simplista. Hay una diferencia. Simplicidad significa tomar temas complejos, como la teología de las misiones, y hacerlos fáciles de entender o realizar. Simplista, por otro lado, es tratar cuestiones y problemas complejos como si fueran mucho más simples de lo que realmente son. Un enfoque simplista de las misiones bien puede crear y aumentar la complejidad creando problemas más profundos y complicados. Comprender la diferencia ha impactado la forma en que he abordado el ministerio y las misiones entre los pobres y se reflejará en este libro. Cada capítulo tiene el mismo flujo, lo que crea una comprensión sencilla del enfoque que se está tratando:
Contacto: Conciencia de la situación Compartiré una historia, principalmente de mi propio viaje en misiones, dando mi conocimiento de la situación. La historia ayudará a desarrollar el tablón de misiones (un punto fundamental y fundacional) en el que nos centraremos en el capítulo. Contenido 1: Tablón de Misiones En esta sección compartiré mi punto de vista bíblico y mi visión personal para agregar comprensión sobre uno de los cinco tablones de las misiones (Jesús es Señor. El Evangelio. La Iglesia. El Espíritu Santo. El Reino). Estos cinco tablones conforman una Plataforma de Misiones Apostólicas .
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Contenido 2: “E” de una Plataforma de Misiones Apostólicas Los gobiernos están compuestos por partidos políticos y lo que distingue a los diferentes miembros de los partidos es su “plataforma partidaria”, es decir, su conjunto de principios y acciones diseñadas para cumplir su misión. Al participar en la misión, he llegado a la conclusión de que la plataforma del Gobierno del Reino de Dios para Sus miembros (discípulos) se puede resumir en seis acciones. Estas seis acciones están representadas por una letra “E”. Una “E” para cada uno de nuestros cinco tablones de una Plataforma de Misiones Apostólicas . Estas cinco acciones exteriores son simples, pero exigirán una decisión intencional que surja de una comprensión integral del Plan de Misiones. La sexta “E” es una acción interna arraigada en la exhortación y vida del Señor Jesús y de Sus Apóstoles, haciendo de nuestra plataforma misionera una plataforma apostólica. Por apostólica quiero decir simplemente que cada acción se reflejó en los apóstoles, quienes fueron nombrados, autorizados y enviados a misiones. Conexión: Reglas de Compromiso (RDC) En esta última sección del capítulo, compartiré RDC para ayudar en una Respuesta de la Plataforma de Misiones Apostólicas . Estos son compromisos prácticos diseñados para mantener a la Iglesia y al plantador de iglesias enfocados en avanzar en las misiones apostólicas. Incluyó a la Iglesia en las RDC porque no hay plantador
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de iglesias si no hay Iglesia, porque la Iglesia es la autoridad que envía. La sección terminará con una Historia de conexión de un santo, desconocido para la Iglesia, pero conocido por mí y por nuestro Dios. Puede que la historia no sea dinámica en sí misma, pero se utilizó de forma dinámica en mi vida. Estos santos desconocidos, quienes vivían en algunas de las comunidades más pobres y violentas del mundo, fueron utilizados por el Espíritu Santo para conformarme más a la imagen de Jesús (Rom. 8:29) y para formar la Plataforma de Misiones Apostólicas que ahora impulsa mi llamado a misión. No querrían que su historia fuera larga porque son los amigos mansos y humildes que he conocido y que son usados por Dios para hacer avanzar Su Reino mientras ambos viajamos hacia nuestro hogar eterno.
El Reino de Dios, Su gobierno y reinado, ha avanzado, avanza y seguirá avanzando siempre hacia adelante. Es expandirse y avanzar hasta el fin de que la tierra se llene del conocimiento y gloria del Señor como las aguas cubren la mar (Hab. 2:14). Nada ni nadie puede obstaculizar, detener o destruir este movimiento. Ni siquiera las puertas del mismo infierno (Mt. 16:18). Hasta entonces, como pueblo de este Reino debemos seguir avanzando. No hay lugar en el Reino para los cobardes que retroceden (Apoc. 21:8; Heb. 10:35-39). Mi deseo es que encuentres guía sabia que te ayude en la guerra espiritual en la que nos encontramos y de la que no podemos escapar (Prov. 24:6).
C apítulo 1 JESÚS ES SEÑOR: El Cariño
Versículo clave del Antiguo Testamento “Caminó, pues, Enoc con Dios”
~ Génesis 5:24a
Versículo clave del Nuevo Testamento “Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto. Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado. Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer. El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden. Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho. En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos. Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor. Si guardareis mis
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mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor. Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido. ~ S. Juan 15:1-11
Contacto: Conciencia de la situación “No puedo esperar hasta que Jesús me lleve en el aire de esa manera”. Esas palabras sellaron la dirección del viaje de mi vida y comenzó en la primavera de 1982. Estaba en mi último año en
la Universidad Taylor, con especialización en Educación Cristiana. Enero, conocido como Término-E, siempre fue tranquilo y pacífico en el campus. Muchos estudiantes fueron a otras escuelas o hicieron viajes durante este mes de poca carga académica. Por lo general, iban a algún lugar donde hacía calor y sol para escapar del frío y de los campos de maíz de Indiana. Al igual que los tres años anteriores, elegí volver a Taylor. No es que necesariamente me gustara el frío, pero la tranquilidad y la lentitud de la vida en el campus durante ese tiempo fueron perfectas para reflexionar sobre mis planes futuros después de graduarme. Yo era un visitante habitual de la pequeña capilla de oración, frente a mi dormitorio, donde podía orar y escribir un diario. Al reflexionar sobre mis experiencias de vida en Taylor, el Espíritu del Señor me dejó muy claras cuatro verdades: 1) el corazón de Dios por los pobres y oprimidos (Jon. 4:11); 2) los discípulos deben ser sal y luz en un mundo oscuro y decadente (Mt. 5:13-16); 3) el profundo amor del Señor por Su Novia, la Iglesia (Apoc. 19:6-8); y 4) el mandato de las misiones de Dios de ir y hacer discípulos (Mat. 28:18-20; 2 Tim. 2:2). Ahí estaba. Cuatro años resumidos en cuatro principios fundamentales. Entonces, ¿qué sigue? ¿A dónde voy? “Señor, muéstrame claramente qué es lo que quieres de mí”. Durante este tiempo de búsqueda y oración estaba leyendo el libro The Making of a Disciple (La creación de un Discípulo) del Dr. Keith Phillips. Junto con una contraparte femenina, estábamos dirigiendo
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un programa de discipulado en todo el campus y yo siempre estaba buscando más ideas. El libro me desafió tanto que necesitaba conocer más sobre el autor. Miré la portada y leí sobre World Impact, “un ministerio de discipulado interdenominacional a nivel nacional que busca llevar el amor de Dios a los guetos de Estados Unidos”. Allí estaba. Tan claro como podría ser. El Espíritu Santo reveló la siguiente fase de mi viaje como joven discípulo de Jesús de veintiún años. “¡Los guetos de Estados Unidos!” ¡Pero espera! No sabía mucho sobre el gueto (palabra de la vieja escuela que significa “aislamiento”) pero lo que sí sabía no parecía encajar bien. “Señor, ¿estás seguro de esto?” “¿Escuché correctamente tu voz apacible?” “Mido 1.75. . . ¡y medio!” “¡Peso 118 libras!” Mi droga más potente era la aspirina para niños con sabor a naranja. Mi mamá era la “traficante de drogas” en nuestra casa y solo dispensaba la poderosa droga naranja con moderación. Mi bebida más fuerte fue Dr. Pepper “a las rocas”. No juego baloncesto (mi vertical era de aproximadamente dos pulgadas). La única experiencia de encarcelamiento que tuve fue estar confinada en mi habitación cuando me metí en problemas cuando era niño. Debía haber un error. Pero el Señor no comete errores ni acepta excusas. No es lo que pienso, sino lo que Él dice. Jesús es Señor y lo único que requiere es que confíe en Él (Prov. 3:5-6). Sus caminos no son mis caminos, ni sus pensamientos mis pensamientos (Isa. 55:8). Él espera obediencia. Como dijo Dietrich Bonhoeffer: “El que cree, obedece, y el que obedece, cree” ( El costo del discipulado ). Mi única respuesta debe ser: “¡Sí, Señor!” Después de graduarnos, mi compañero de cuarto, Steve Long, y yo montamos en bicicleta desde Upland, Indiana, hasta el Lago Tahoe (3,413 kilómetros), que se encuentra a lo largo de la frontera estatal de California y Nevada. Pasamos el verano evangelizando con CRU. Después de un verano increíble, me dirigí a Los Ángeles y, a través de circunstancias notables, encontré mi camino a World Impact para una entrevista de tres días y exposición ministerial. El primer día, me encontraba con un misionero urbano de World Impact que estaba haciendo una
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visita domiciliaria en los proyectos de vivienda de Imperial Courts en South Central, hogar de los PJ Watts Crips. Por no decir más, estaba completamente fuera de mi zona de confort. Había pandilleros merodeando, negocios de drogas, prostitutas en las esquinas. Había “cruzado” a un mundo que era completamente diferente del mundo en el que crecí. En medio de mi choque cultural, un niño afroamericano de seis años con shorts cortos, sin camisa, sin zapatos, y pelo de pañal, vino corriendo, atravesando un campo de tierra lleno de basura y saltó a mis brazos con la sonrisa más grande que se pueda imaginar. Comencé a lanzarlo al aire, riendo y sintiéndome un poco más cómodo. En un momento, este niño, cuyo nombre no recuerdo, me miró a los ojos y dijo: “No puedo esperar hasta que Jesús me levante así en el aire”. Un nuevo despertar se apoderó de mí. Alguien entró en su “mundo” de pandillas, drogas, violencia y lo que parecía ser desesperanza, y habló una simple y eterna verdad de que Jesús es el Señor y Su Reino es real y está más allá de este mundo. Cualquiera puede entrar por la puerta estrecha por la fe. Este niño creyó y entró. Vio el Reino de Dios. El mismo Señor que me llamó a comunidades de pobreza para representarlo a Él y Su Reino fue el mismo Señor que llamó a este niño a lo que era “realmente real”. Fue lo “realmente real” lo que el apóstol Pablo recordó a los creyentes de Corinto cuando escribió: “Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria; no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas.” (2 Cor. 4:17-18).
Contenido 1: Tablón de Misiones: Jesús Es Señor
El Señorío de Jesucristo es el summa cum laude de todas las cosas visibles e invisibles, es decir, “en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra”
(Fil. 2:9-11). Todos aquellos en el reino celestial, las fuerzas angelicales de Dios Todopoderoso confiesan a Jesús como el
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“Señor nuestro Dios Todopoderoso que reina” (Apoc. 19:6). Todos los que están debajo de la tierra, las fuerzas cósmicas demoníacas y sus gobernantes y autoridades, todos confiesan y gritan de terror ante el señorío y la autoridad de Jesús (Mat. 8:28-34). Es extraño que, aunque los seres espirituales del mundo celestial y del inframundo no tienen dudas sobre el Señorío de Jesús, hay quienes en la tierra lo cuestionan, dudan e incluso luchan contra él. El rey David lo capturó bien en el Salmo 2:1-4: “¿Por qué se amotinan las gentes, Y los pueblos piensan cosas vanas? Se levantarán los reyes de la tierra, Y príncipes consultarán unidos contra Jehová y contra su ungido, diciendo: Rompamos sus ligaduras, Y echemos de nosotros sus cuerdas. El que mora en los cielos se reirá; El Señor se burlará de ellos”. Jesús es el Señor, “y el soberano de los reyes en la tierra” (Apoc. 1:5). La declaración de que Jesús es el Señor se remonta profundo en las raíces sagradas de la Gran Tradición de la Iglesia: “aquellas doctrinas, prácticas y estructuras empleadas por la Iglesia antigua en su intento de dar expresión a la verdad acerca de Jesucristo” ( Raíces Sagradas: Introducción sobre la recuperación de la gran tradición, Dr. Don. L. Davis ). Algunos dicen que estas tres palabras, Jesús es Señor , resumen la fe cristiana. La experiencia de primera mano de los Apóstoles con Jesús de Nazaret, tal como está escrita en nuestra Biblia hoy, da testimonio más de 650 veces de la verdad de que Jesús es el Señor. Este es el corazón de la predicación y proclamación apostólica: “Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo como Señor, y a nosotros como vuestros siervos por amor de Jesús.” (2 Cor. 4:5). En el Día de Pentecostés, cuando la Iglesia nació por el Espíritu Santo, Pedro se presentó ante las naciones que se habían reunido en Jerusalén y confesó: “Sepa, pues, ciertisimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo” (Hechos 2:36). El apóstol Pedro no estaba predicando una ilusión, una posibilidad o una probabilidad. Era una certeza.
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Los Concilios Ecuménicos, tal como están escritos en los cuatro Credos principales cuando la iglesia era una y sin división, confiesan que Jesús es el Señor: • Credo de los Apóstoles (120-250 d.C.) – “Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor” • Credo Niceno (325 d.C.) – “Creemos en un solo Señor Jesucristo. . .” • Credo Calcedonio (451 d.C.) – “Uno y mismo Cristo, Hijo, Señor, Unigénito. . .” • Credo Atanasio (500 d.C.) – “Así también. . . el Hijo Señor” La Antigua Regla de Fe, “aquello que siempre ha sido creído, en todas partes y por todos”, ha afirmado fielmente que Jesús es el Señor cuando la herejía ha intentado sacudir y romper esta confesión fundamental de la Iglesia. No importa qué tan atrás retrocedas (siempre); qué continente, país o isla (en todas partes); o qué tribu, lengua o pueblo (por todos), la Iglesia confiesa que Jesús es el Señor. Lo que Dios mismo declara acerca de sí mismo se convierte en el asunto final, ya sea que uno lo crea o no, porque “Dios no es hombre, para que mienta, ni hijo de hombre para que se arrepienta”. Él dijo, ¿y no hará? Habló, ¿y no lo ejecutará?” (Números 23:19). La Trinidad lo ha “hecho bueno” al declarar que Jesús es el Señor: • Dios Padre Todopoderoso, “le exaltó [a Jesús] hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.” (Fil. 2:9-11).
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• Dios el Hijo declaró a Pilato: “Mi reino no es de este mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos; pero mi reino no es de aquí. Le dijo entonces Pilato: ¿Luego, eres tú rey? Respondió Jesús: Tú dices que yo soy rey. Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad. Todo aquel que es de la verdad, oye mi voz.” (Juan 18:36-37) • Dios, el Espíritu Santo: “Por tanto, os hago saber que nadie que hable por el Espíritu de Dios llama anatema a Jesús; y nadie puede llamar a Jesús Señor, sino por el Espíritu Santo.” (1 Cor. 12:3). La declaración de que Jesús es el Señor puede sostenerse por sí misma porque el Dios Trino la ha declarado. Mientras enseñábamos a los niños a cantar en los clubes bíblicos infantiles, “Dios lo dijo. Yo lo creo. Y eso lo resuelve”. Es un trato hecho. Suelta el micrófono. Ésta es una teología sólida e irrefutable. La Tradición Apostólica predica y proclama que Jesús es el Señor. Los Padres de la iglesia primitiva declararon que Jesús es el Señor en los Credos. La Antigua Regla de Fe de la Iglesia ha afirmado que Jesús es el Señor. Lo más convincente de todo es que Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo, la Divinidad Tres en Uno, ha puesto el título de Señorío de todos sobre Jesús de Nazaret. Pero ¿qué clase de Señor es Él? El rey David, en el Salmo 103, nos da una maravillosa idea de qué clase de Señor es. Él es el Señor. . . • quien perdona todas tus iniquidades,
• quien sana todas tus dolencias, • quien rescata del hoyo tu vida,
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• quien te corona de favores y misericordias, • quien sacia de bien tu boca de modo que te rejuvenezcas como el águila. • quien hace justicia y derecho a todos los que padecen violencia. • quien es misericordioso y clemente, lento para la ira y grande en misericordia. • quien no contenderá para siempre, ni para siempre guardará el enojo. • quién no ha hecho con nosotros conforme a nuestras iniquidades, ni nos ha pagado conforme a nuestros pecados Este es el tipo de Señor que necesitamos personalmente, porque en lo más profundo de los aposentos secretos de nuestro corazón sentimos y clamamos como los santos y profetas de la antigüedad: • “Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo, y me escondí” (Adán). • “Porque yo conozco mis transgresiones, y mi pecado está siempre delante de mí. Contra ti, contra ti solo he pecado, y he hecho lo malo ante tus ojos, para que seas justificado en tus palabras y sin culpa en tu juicio” (Rey David). • “¡Ay de mí! Porque estoy perdido; porque soy hombre inmundo de labios, y habitó en medio de pueblo que tiene labios inmundos” (Isaías). • “Apártate de mí, porque soy un hombre pecador, oh Señor” (Pedro). • “Palabra fiel y digna de plena aceptación: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero” (Pablo Apóstol).
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No hay Señor como nuestro Señor. Estaríamos condenados a una eterna y oscura separación de angustia y dolor por toda la eternidad si no fuera por la bondad, la gracia y la misericordia de nuestro Señor. Él es digno de ser bendecido, alabado y adorado. Pero ¿qué pasa en el contexto de las misiones? ¿Qué clase de Señor es Él en quien podemos tener plena confianza, sin retroceder nunca, conociendo la seguridad de quién Él es declarado ser Señor en esta guerra espiritual en la que nos encontramos involucrados diariamente, cada hora y, a veces, minuto a minuto? Esta es una pregunta crítica de responder, ya que dictará cómo y si la Iglesia seguirá avanzando en las misiones. El motivo principal de las Escrituras es un motivo de guerra. Desde Génesis 3:14-15 hasta Apocalipsis 20:7-10, y todo lo que hay en medio, la Biblia desarrolla este patrón de conflicto y conquista entre el Reino de Dios y el Reino de Satanás. Cuando la Iglesia vea la “guerra” como lo que realmente es, entonces todos querrán desempeñar su papel. Cuanto más claro vea la Iglesia el conflicto y a Jesús como Christus Victor (el Cristo Victorioso), avanzará en las misiones como sacerdotes del Dios Altísimo, sin retroceder nunca. Para tener una idea clara de qué clase de Señor Jesús es en el contexto de las misiones, debemos mirar a través del prisma de este motivo de guerra. ¿Cuál es el propósito, prioridad y plan de los gobiernos de estos dos Reinos que están en conflicto? Una vez que entendamos esto, podremos mirar al Señor de las misiones con confianza y avanzar para multiplicarnos. El propósito de cada reino es gobernar y reinar. El Dios Todopoderoso, el Creador Soberano de todas las cosas visibles e invisibles, es el gobernante supremo legítimo. El intento de Satanás de tomar el poder (Isaías 14:13-14) en una época anterior a nuestro tiempo, llevó a su expulsión del dominio y gobierno del Reino de Dios. Fue expulsado de los lugares celestiales y reclamó la Tierra como su dominio como “príncipe de la potestad del aire”. Como príncipe, tentó a Jesús para que
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