Orando los Salmos con Agustín y Amigos
Capítulo 4: Salmos 60–80
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Salmo 62 con Agustín – La justicia de Dios Oh, pueblo, confía en él siempre, derrama ante él tu corazón (v. 8), implorando, confesando, esperando. No repriman sus corazones. Lo que derramas ante él no perece. Pues Dios es nuestro refugio (v. 8). Si él nos protege, ¿por qué temes derramarte ante él? “Entrégale tus afanes al Señor y él te sostendrá” (Sal 55:22). ¿Qué teme de los murmura dores, de los calumniadores que aborrecen a Dios, de los que atacan abiertamente, de los que acechan en secreto, de los que alaban falsamente, de los que están verdaderamente en conflicto? Dios es nuestro refugio (v. 8). ¿Son iguales a Dios? ¿Son más fuertes que él? Dios es nuestro refugio (v. 8), no te preocupes. No confíen en la extorsión (v. 10), nuestra esperanza está en Dios. Ni se hagan ilusiones con sus rapiñas (v. 10). No somos ricos. ¿Robará usted? ¿Qué encuentra? ¿Qué pierde? ¡Oh, ganancias perdidas! Si encuentra dinero, pierde la justicia. Por lo tanto, pueblo orgulloso y mentiroso, ni robes, ni pongas tu corazón en las riquezas. Ya no ames el orgullo, ni busques mentir. No pongan el corazón en ellas (v. 10). Porque: “Dichoso quien pone su confianza en el Señor y no recurre a los soberbios ni a los que se pierden tras la mentira” (Sal 40:4). Los que quieren engañar, los que cometen fraude, ¿qué traen para seducir? Solo balanzas falsas. ¿No saben que uno pesa, pero otro juzga el peso? Él no ve para quién pesa, sino que ve al que le pesa a usted y a él. Por tanto, no deseen más el fraude, ni el robo, ni aquellas cosas por las que han esperado. El miedo no es el enemigo. Lo que el miedo hace, se le hado la facultad para hacerlo. Teme al que hace lo que Dios quiere y no hace nada injustamente. Podríamos suponer que algo es injusto, pero si Dios lo ha hecho, crea que es justo.
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