Orando los Salmos con Agustín y Amigos
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Orando los Salmos con Agustín y amigos
Salmo 73 con Agustín – Dios como mi recompensa En verdad, ¡cuán bueno es Dios con Israel! (v. 1). Más ¡con los de corazón puro! (v. 1). Para aquellos que son perversos, él parece perverso. No es que Dios sea en absoluto perverso. ¡Ni mucho menos lo que él es! Si ha comenzado a ser perverso, y Dios le parece perverso, usted ha cambiado, no él. Yo estuve a punto de caer; poco me faltó para que resbalara (v. 2). ¿Cuándo sus pies resbalaron, excepto cuando el corazón no estaba bien? Pero en cuanto a los malvados, por eso lucen su orgullo como un collar y hacen gala de su violencia (v. 6). Obsérvalos, orgullosos, indisciplinados, por todos lados cubiertos de su impiedad. En verdad, ¿de qué me sirve mantener mi corazón limpio y mis manos lavadas en la inocencia? (v. 13). Al parecer, de nada sirve lo que hecho. ¿Dónde está la recompensa por mi buena vida? ¿Dónde está el salario por mi servicio? Vivo justamente y estoy necesitado; y el hombre injusto prospera. Si todo el día me golpean (v. 14). Las aflicciones de Dios nome abandonan. Yo sirvo bien, pero soy castigado; él no sirve, pero es honrado. Esta es una buena pregunta, pero estas palabras—¿ Cómo puede Dios saberlo? (v. 11)— son también peligrosas, ofensivas y casi blasfemas. Podrán desfallecer mi cuerpo y mi corazón, pero Dios es la roca de mi corazón; él es mi herencia eterna (v. 26). Esto, pues, ha sido reser-vado para mí en el cielo. ¿Qué es? Descubramos nuestras riquezas, que la humanidad elija sus partes. La gente está dividida por diversos deseos: Agustín sobre el Salmo 73 “Que el pueblo de Dios clame: Dios es mi herencia. No por un tiempo, sino para siempre”.
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