Orando los Salmos con Agustín y Amigos
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Orando los Salmos con Agustín y amigos
Salmo 74 con Agustín – La dulzura de confiar en lo que no podemos ver Que no vuelva humillado el oprimido (v. 21). Porque el orgullo los ha confundido. Que alaben tu nombre el pobre y el necesitado (v. 21). Ya ve lo dulce que debería ser para usted la pobreza. Ve que los pobres y desvalidos pertenecen a Dios, que “Dichosos los pobres en espíritu, porque el reino de los cielos les pertenece” (Mat 5:3). ¿Quiénes son los pobres en espíritu? Los humildes, los que tiemblan ante las palabras de Dios, confesando sus pecados, sin basarse en sus propios méritos ni confiar en su propia justicia. ¿Quiénes son los pobres en espíritu? Los que alaban a Dios cuando hacen algo bueno, pero cuando hacen algo malo, se acusan a sí mismos. Levántate, oh, Dios, y defiende tu causa (v. 22). No puedo señalar a mi Dios, se burlan de mí como si siguiera una cosa vacía. Y no solo el pagano, o el judío, o el hereje, sino a veces, incluso, un cristiano hace muecas cuando se predican las promesas de Dios. Y, aun así, inclusive aquellos que han sido lavados con el agua de la salvación eterna, tal vez digan: “¿y qué hombre ha resucitado de entre los muertos?” Y, “¡no he oído hablar a mi padre fuera de la tumba, desde que lo enterré!” ¿Qué haré con tales personas? ¿Les mostraré lo que no ven? No soy capaz. Y no por ellos debe Dios hacerse visible. “No veo nada”, dicen. “¿Qué debo creer?” Necio tu cuerpo se ve, pero ¿quién ve tu alma? ¿Cómo sé que estás vivo, cuando no puedo ver tu alma? ¿Cómo puedo saberlo? Ellos responderán: “Porque hablo, porque camino, porque trabajo”. Necio, por las operaciones del cuerpo sé que estás vivo; ¿no puedes conocer al Creador por las obras de la creación?
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