Orando los Salmos con Agustín y Amigos

Capítulo 4: Salmos 60–80

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Salmo 77 con Agustín – Deseando a Dios A Dios elevo mi voz suplicante (v. 1). Pero muchos claman al Señor por conseguir riquezas y evitar pérdidas, por la seguridad de sus amigos, por la seguridad de su casa, por la felicidad temporal, por la dignidad secular, en fin, incluso por la salud física, que es la herencia de los pobres. Por cosas como estas muchos claman al Señor; casi nadie clama por el Señor mismo. Porque es cosa fácil desear algo del Señor, y no desear al Señor mismo, como si sus dones pudieran ser más dulces que el dador. te escucha cuando le buscas, pero no cuando buscas otra cosa de él. Se ha dicho de algunos: “Pedían ayuda y no hubo quien los salvara. Al Señor clamaron, pero no respondió” (Sal 18:41). ¿Por qué? Porque su voz no se dirigía al Señor. ¿Y qué les ocurrió entonces? “Esos extraños se descorazonan y temblando salen de sus refugios” (Sal 18:45). Han temblado por la pérdida de las cosas presentes, porque no estaban llenos de aquel a quien no invocaron. Cuando estoy angustiado, recurro al Señor (v. 2). ¿Quién eres tú que haces esto? En el día de la adversidad ten cuidado con lo que buscas. Si la cárcel es la causa de la adversidad, busca salir de la cárcel. Si la causa de la adversidad es la fiebre, busca la salud. Si el hambre es la causa de la adversidad, busca la saciedad. Si la pérdida es la causa de la adversidad, busca la ganancia. Si el exilio es la causa de la adversidad, busca el hogar. ¿Y por qué debería nombrar todas las cosas? En el día de su adversidad busca a Dios, no otra cosa de Dios. En la adversidad, busque a Dios mismo, para que con este fin, Dios le quite la adversidad, para que se aferre a él sin ansiedad. Tú eres el Dios que hace maravillas (v. 14). En verdad eres un Dios grande, que haces cosas maravillosas en el cuerpo

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