Orando los Salmos con Agustín y Amigos
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Orando los Salmos con Agustín y amigos
Salmo 88 con Agustín – Prueba de la debilidad humana SEÑOR, Dios de mi salvación, día y noche clamo ante ti. . . . Tan colmado estoy de calamidades que mi vida está al borde de la muerte (vv. 1, 3). Estos sentimientos de debilidad humana nuestro Señor los tomó sobre él, así como tomó también la carne de la debilidad humana, y la muerte de la carne humana, no por necesidad, sino por la libre voluntad de su misericordia, para que pudiera transformar su propio cuerpo, que es la iglesia, para ser como él. Si alguno de ellos estuviera en pena y dolor, no pensarían que estuviesen separados de su favor. El punto es que el cuerpo aprende de su Cabeza que estas penas no son pecado, sino prueba de la debilidad humana. La iglesia es “pobre”, pues tiene hambre y sed en su peregrinación por ese alimento con el que será saciada. Dice: Yo he sufrido desde mi juventud (v. 15). Experimenta la ira de Dios, pero no es duradera, pues solo los incrédulos son aquellos sobre los que está escrito que “permanecerá bajo el castigo de Dios” (Juan 3:36). A veces, estos terrores asustan al alma reflexiva con el mal circundante, porque parecen fluir a nuestro alrededor, por todas partes, como el agua, y rodearnos en nuestros temores. Pero ¿cuál es el propósito? Que las oraciones de este cuerpo santo puedan, a la luz de la fe, retrasar la ira de Dios hasta que llegue nuestra salvación, que esperamos con paciencia y fidelidad. Entonces, el Señor no rechazará nuestras oraciones, pues ya no habrá nada que pedir. Todo lo que se haya pedido correctamente se obtendrá. No apartará de nosotros su rostro, “porque lo veremos tal como él es” (1 Jn 3:2). No seremos pobres, porque Dios será nuestra abundancia, “todo en todos” (1 Cor 15:28). No sufriremos, pues ya no habrá debilidad. No experimentaremos ni siquiera la ira
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