Orando los Salmos con Agustín y Amigos

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Orando los Salmos con Agustín y amigos

Salmo 94 con Agustín – Dios como vengador SEÑOR, Dios de las venganzas (v. 1). ¿Crees que él no castiga? Murmuras porque los malos quedan impunes. No murmures, para que no estés entre los castigados. Uno ha cometido robo, y vive: murmuras contra Dios por esto. Si quieres que otro corrija la mano del ladrón, primero corrige tu lengua. Si quieres que corrija su corazón hacia los demás, corrige tu corazón hacia Dios, para que cuando desees la venganza de Dios y ésta llegue, no te encuentre a ti primero. Vigila tus pecados diarios más insignificantes. Los ríos se llenan con las gotas más pequeñas. ¿Hasta cuándo, SEÑOR, hasta cuándo habrán de ufanarse los malvados? Todos esos malhechores son unos fanfarrones; a borbotones escupen su arrogancia (vv. 3–4). El pueblo de Dios a veces ve florecer a los malvados y se siente impulsado a seguirlos en sus acciones porque cree que aparentemente no le beneficia vivir bien en humildad. Estás trabajando en una viña; ejecuta tu tarea y recibirás tu paga. No exigirías el pago a tu empleador antes de terminar tu trabajo; ¿acaso se lo exiges a Dios antes de trabajar? Esta paciencia forma parte de tu trabajo, y tu salario depende de él. Pero si eres traicionero, ten cuidado, para que no sufras un castigo por haber elegido ser un trabajador traicionero. Cuando tal trabajador comienza a obrar mal, mira a su empleador, que lo contrató para su viña, y holgazanea cuando su mirada se aparta, pero cuando sus ojos se vuelven hacia él, trabaja diligentemente. Pero Dios, que te contrató, no aparta la mirada. No puedes trabajar traicioneramente para él. Los ojos de tu Amo siempre están puestos en ti. Busca una oportunidad para engañarle, y holgazanea si puedes. Si alguno de vosotros tuvo tales ideas cuando vio florecer a

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