Orando los Salmos con Agustín y Amigos

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Orando los Salmos con Agustín y amigos

Salmo 98 con Pedro Crisólogo – Celebrando la bondad de Dios

¡Aclamen alegres al SEÑOR, habitantes de toda la tierra! (v. 4). ¿Qué es lo que puede aclarar la comprensión de este gran gozo? ¿Por qué, después de haber dado Dios unos mandamientos tan grandes, tan aterradores y asombrosos, ahora invita a la tierra a aclamar gozosamente? ¡Aclamen alegres al SEÑOR, habitantes de toda la tierra! (v. 4), dice el texto. ¿Qué otra razón hay que no sea la siguiente? El asombroso Dios eligió el papel de un pastor muy apacible. Adoptó este papel para actuar como un pastor misericordioso y reunir, como ovejas rezagadas en un mismo redil, a aquellos pueblos errantes, a aquellas naciones descarriadas, a aquellas tribus dispersas por todas partes. Sí, además, quería conducirlos de regreso a la leche y al pasto y restaurar esas naciones salvajes que eran perezosas después de comer la carne y beber la sangre de los cadáveres. En pocas palabras, deseaba convertirlas de nuevo en mansas ovejas. ¡Aclamen alegres al SEÑOR, habitantes de toda la tierra! (v. 4), él dice, y por este mandato impone su control pastoral sobre toda la tierra. El resonar de la trompeta atrae al soldado a la guerra. Así también la dulzura de este gozoso llamado invita a las ovejas a pastar. Qué oportuno era atenuar el caos de la lucha mediante la bondad pastoral, para que una gracia tan tierna salvara a las naciones que en su propia naturaleza salvaje habían estado destruyéndose durante tanto tiempo.

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