Orando los Salmos con Agustín y Amigos

Capítulo 5: Salmos 81–101

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Salmo 99 con Juan Calvino – Una demostración del poder de Dios

El SEÑOR es rey: que tiemblen las naciones (v. 1). Al pueblo que antes era llamado a regocijarse, ahora se le ordena temblar. Como los judíos estaban rodeados de enemigos, era sumamente importante que el poder de Dios se magnificara entre ellos, para que supieran que, bajo su cuidado, estaban constante y completamente a salvo del odio y la furia de todos los enemigos. El profeta aquí pretende que Dios, al liberar a su pueblo elegido, dé una muestra tan tangible de su poder que impacte a todas las naciones con consternación y les haga sentir cuan descabelladamente se habían precipitado hacia su propia destrucción. Pero mientras la ayuda que les da permanece invisible, los incrédulos actúan presuntuosamente, como si Dios no existiera. Grande es el SEÑOR en Sión (v. 2). Es justo que no olvidemos la razón por la que Dios es grande en Sión: porque destruye y aniquila a todos los enemigos de su iglesia. Cuando el salmista continúa diciendo: Excelso sobre todos los pueblos (v. 2), no quiere decir que las preside para promover su bienestar, sino para arruinar sus planes, desconcertar sus designios y subvertir todo su poder. Invocaron al SEÑOR y él respondió (v. 6). Dios, con especial referencia a su pacto de gracia, concedió grandes beneficios a los descendientes de Abraham, los judíos, desde el principio. Y, por lo tanto, tan a menudo como experimentaban el amor fiel de Dios, era apropiado que recordaran su antiguo amor y fidelidad. SEÑOR y Dios nuestro, tú les respondiste (v. 8). El profeta les recuerda a aquellos, cuyas oraciones habían sido escuchadas

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