Orando los Salmos con Agustín y Amigos
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Orando los Salmos con Agustín y amigos
El Salmo 110 con Juan Calvino y Philip Melanchthon – El Ungido de Dios protege a su pueblo Así dijo el SEÑOR a mi Señor: Siéntate a mi derecha (v. 1). Es cierto que se puede decir que los reyes terrenales se sientan a la diestra de Dios, si reinan por su autoridad. Sin embargo, aquí se expresa algo más excelso, pues este rey es elegido de un modo peculiar y elevado a un rango poderoso junto a Dios. De esta dignidad solo se veían atisbos en David, mientras que en Cristo brillaba en todo su esplendor. Y como la diestra de Dios está elevada muy por encima de los ángeles, se deduce que el que está sentado allí es exaltado por encima de todas las criaturas. No podemos decir que los ángeles fueran bajados de su elevada posición para ser sometidos a David. El resultado es que, por el espíritu de profecía, el trono de Cristo es exaltado muy por encima de todos los principados en los lugares celestiales. Por tanto, el Hijo, a través del cual el Padre gobierna el mundo, es representado como investido del dominio supremo. Hasta que ponga a tus enemigos por debajo de tus pies (v. 1). Con estas palabras, el profeta afirma que Cristo sometería a toda la furiosa oposición de sus enemigos que intenta derrocar su reino. Al mismo tiempo, David sugiere que el reino de Cristo nunca gozaría de paz hasta que conquistara a sus numerosos enemigos. Pero incluso, si el mundo entero dirigiera su energía a derrocar el trono real de Cristo, David aquí declara que permanecería inmóvil e inamovible, mientras que todos los que se levanten contra él serán arruinados. De esto aprendemos que, por numerosos que sean los enemigos que conspiren contra el Hijo de Dios, ninguno triunfará contra el propósito inmutable de Dios. Por el contrario, se postrarán a los pies de Cristo. Y dado
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