Orando los Salmos con Agustín y Amigos

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Orando los Salmos con Agustín y amigos

Salmo 114 con Juan Calvino – Recordando la liberación de Dios

Este salmo contiene un breve relato de aquella liberación por la que Dios sacó a su pueblo de Egipto y lo llevó a la tierra prometida, dando una prueba de su poder y su gracia que debería ser recordada para siempre. Esta maravillosa liberación fue diseñada para que los descendientes de Abraham se entregaran por completo a Dios, quien en su gracia los adoptó como su pueblo santo y preciado (Éxod 19:5–6). Cuando Israel, el pueblo de Jacob, salió de Egipto (v. 1). Dado que el éxodo fue una promesa y un símbolo extraordinario del amor de Dios por los hijos de Abraham, no es de extrañar que se recuerde con tanta frecuencia. Al comienzo del salmo, el profeta nos informa de que el pueblo que Dios compró a tan alto precio ya no se pertenece a él mismo: Judá se convirtió en el santuario de Dios; Israel llegó a ser su dominio (v. 2). Al liberar a su pueblo, Dios construyó un reino para sí y ganó respeto para su nombre sagrado. Si no reflexionan constantemente sobre un ejemplo tan notable de su bondad, su ingratitud es inexcusable. Después de que el pueblo atravesara el Mar Rojo, Dios dio otra espléndida demostración de su poder en el desierto. A la salidadel pueblo, lagloriadeDiosbrillabaconstantemente en sus obras, como cuando de repente brotó un torrente de agua de la roca seca (Éxod 17:6). Se puede encontrar agua goteando de entre rocas y lugares pedregosos, pero hacerla fluir de una roca seca fue incuestionablemente milagroso.

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