Orando los Salmos con Agustín y Amigos

Capítulo 6: Salmos 102–119:32

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Salmo 115 con Agustín – La insensatez de adorar ídolos

Nuestro Dios está en los cielos (v. 3). No en el cielo, donde los hombres ven el sol y la luna, obras de Dios que adoran, sino “arriba en el cielo”, que sobrepasa todos los cuerpos celestes y terrestres. Pero sus ídolos son de plata y oro, producto de manos humanas (v. 4). Aunque no podamos mostrar a nuestro Dios a los ojos humanos, debemos reconocerlo a través de sus obras. No se deje seducir por su orgullo, porque puede señalar los objetos de su adoración: ídolos de bronce, madera y barro. Como dice la Escritura respecto a los que adoran ídolos: “A un trozo de madera le dicen: ‘Tú eres mi padre’, y a una piedra le repiten: ‘Tú me has dado a luz’” (Jer 2:27). Pero no creas que es más sabio quien habla al oro y la plata en lugar de a la madera o la piedra. Ambos emplean manos humanas para crear un dios falso a partir del material que creó un Dios verdadero. Tienen boca, pero no pueden hablar; ojos, pero no pueden ver. Tienen oídos, pero no pueden oír; nariz, pero no pueden oler. Tienen manos, pero no pueden palpar; pies, pero no pueden andar. Ni un solo sonido emite su garganta (vv. 5–7). Incluso su artista les supera, ya que tiene la capacidad de darles forma con el movimiento de sus brazos, aunque le daría vergüenza adorar al artista. Tú los superas, aunque no los hayas creado, pues haces lo que ellos no pueden. Incluso, una bestia les supera, pues ven, y oyen, y huelen, y caminan, y algunas incluso sienten con las manos. Incluso, los muertos superan a un dios que ni vive ni ha vivido. Semejantes a ellos son sus hacedores y todos los que confían en ellos (v. 8). Pero los que temen al SEÑOR, confíen en él (v. 11).

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