Orando los Salmos con Agustín y Amigos
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Orando los Salmos con Agustín y amigos
Salmo 116 con Agustín – Corrigiendo el amor equivocado
Yo amo al SEÑOR porque él escucha mi voz de súplica. Por cuanto él inclina a mí su oído, lo invocaré toda mi vida (vv. 1–2). Le amo porque él escuchará; él escuchará, porque volvió su oído hacia mí. Pero ¿cómo sabes que Dios ha vuelto su oído hacia ti cuando simplemente dices: “He creído”? Estas tres cosas, por lo tanto, permanecen: “la fe, la esperanza y el amor” (1 Cor 13:13). Porque has creído, has esperado; porque has esperado, has amado. Caí en la ansiedad y la aflicción. Entonces clamé al SEÑOR (vv. 3–4). Pues no experimenté problemas ni penas beneficiosas; problemas, en los cuales aquel a quien clamamos, presta su ayuda: “Bríndanos tu apoyo contra el enemigo, pues la ayuda humana será inútil” (Sal 60:11). Pues al principio pensé que podría regocijarme en la ayuda de los hombres, pero resultó inútil. Cuando escuché de mi Señor: “Dichosos los que sufren, porque serán consolados” (Mat 5:4), no esperé a llorar hasta perder esas bendiciones terrenales en las que me regocijé. En cambio, presté atención a esa misma miseria mía que me hacía regocijarme en tales cosas terrenales, que tanto temía perder y no podía retener. Miré a mi amor equivocado con firmeza y valentía, y vi que no solo estaba angustiado por los problemas de este mundo, sino atado por su buena fortuna. De esta manera, caí en la ansiedad y la aflicción que se me habían escapado, entonces clamé al Señor: ¡Te ruego, SEÑOR, que me salves la vida! (vv. 3–4).
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