Orando los Salmos con Agustín y Amigos
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Orando los Salmos con Agustín y amigos
Salmo 118 con Agustín – Confiando solo en Dios En el salmo se nos enseña a dar gracias al SEÑOR (v. 1). La alabanza a Dios no podría expresarse en menos palabras que estas, porque él es bueno (v. 1). Pero, cuando mis enemigos hayan sido despreciados, no permitas que mi amigo se presente ante mí como una buena persona, para que ponga mi esperanza en él, porque es mejor refugiarse en el SEÑOR que confiar en el hombre (v. 8). No permitas que nadie, ni siquiera un “ángel bueno”, me parezca digno de confianza: porque “nadie es bueno sino solo Dios” (Mar 10:18), y cuando un hombre o un ángel aparecen para ayudarnos, lo hace a través de ellos. Por tanto, es mejor refugiarse en el SEÑOR, que confiar en gente poderosa (v. 9). ¡La diestra del Señor hace proezas! (v. 16). Sin embargo, el cuerpo de Cristo, la santa iglesia, el pueblo que él adoptó, sufrieron humillaciones. El SEÑOR me ha castigado con dureza, pero no me ha entregado a la muerte (v. 18). No permitas que los malvados jactanciosos imaginen que tienen poder para hacernos algo. No tendrían ese poder si no les hubiera sido dado desde arriba. Del mismo modo, a menudo el padre de familia ordena que sus hijos sean corregidos a pesar de que diseña una herencia para ellos. ¿Cuál es nuestra herencia? ¿Es de oro, o de plata, o de joyas, o de granjas, o de fincas agradables? Consideremos cómo entramos en ella, y aprendamos lo que es. Ábranme las puertas de la justicia (v. 19). ¿Qué hay dentro? Entre yo a dar gracias al SEÑOR (v. 19). Esta es la confesión de alabanza llena de asombro. Esta es la bienaventuranza eterna de los justos; los que habitan en la casa del Señor son bendecidos, alabándolo para siempre (Sal 84:4).
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