Orando los Salmos con Agustín y Amigos
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Orando los Salmos con Agustín y amigos
Salmo 124 con Agustín – La multitud que alaba Hemos cantado un salmo: ¡Bendito sea el SEÑOR, que no dejó que nos despedazaran con sus dientes! (v. 6). Esta es una expresión adecuada de gratitud por los dones de Dios. ¿Y cuándo podrá la gratitud humana igualar semejantes dones divinos? Cuando el mártir bendito derramó su sangre sagrada en este lugar, no sé si había aquí una multitud tan grande de gente enfurecida contra él, como ahora hay una multitud de gente que lo alaba. Repito: después de todo, estoy encantado de ver en la casa del Señor a personas reunidas tan fielmente en este lugar. Pero, aunque hubiera una multitud mayor, ¡Bendito sea el Señor, que no dejó que nos despedazaran con sus dientes! (v. 6). Cuando mataban, se imaginaban que habían vencido; en realidad, estaban siendo vencidos por la gente que moría, y se regocijaban. Si estaban siendoconquistados, naturalmente se enfurecían. Así que la multitud enfurecida se ha ido, y la multitud que alaba ha tomado su lugar. Que digan, que diga la multitud que alaba ¡Bendito sea el Señor, que no dejó que nos despedazaran con sus dientes! (v. 6). ¿Los dientes de quién? Los dientes de los enemigos, los dientes de los impíos, los dientes de los que persiguen a Jerusalén, los dientes de Babilonia, los dientes de la multitud que se ha vuelto completamente loca por su maldad, los dientes de una multitud que persigue al Señor, abandonando al Creador, volviéndose hacia la criatura, adorando las cosas hechas a mano, ignorando a aquel por quien fueron hechas.
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