Orando los Salmos con Agustín y Amigos
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Orando los Salmos con Agustín y amigos
Salmo 136 con Juan Calvino – Su amor perdura para siempre
Su gran amor perdura para siempre (v. 1, etc.). La inserción de esta frase una y otra vez en tantas frases abruptas puede parecer innecesaria, pero los estribillos repetidos están permitidos y son admirados en la poesía secular. ¿Por qué objetar aquí la repetición, cuando es por la mejor de todas las razones? Las personas reconocen que la bondad divina es la fuente y origen de todas sus bendiciones, pero, aunque las Escrituras le dan un gran énfasis, la bondad en la generosidad de Dios está lejos de ser plena y sinceramente reconocida. Al único que hace grandes maravillas (v. 4). Al decir esto, el salmista imagina todas las obras de Dios, desde las más pequeñas, hasta las más grandes, para despertar nuestra admiración por ellas. En efecto, aunque estas obras ponen de manifiesto la inconcebible sabiduría y el poder divino de Dios, tendemos a infravalorarlas inconscientemente. Declara que todo lo que es digno de admiración es hecho exclusivamente por Dios. No podemos transferir a otro ser ni siquiera la más mínima porción de la alabanza que merece sin cometer una terrible blasfemia. No hay ni una pizca de divinidad en toda la gama del cielo y la tierra con la que sea justo compararlo. A lo largo del salmo, el salmista demuestra cómo cada época recibe la misma bondad mostrada a sus antepasados, ya que Dios ayudó a su pueblo mediante una cadena continua de liberaciones. Su rescate en tiempos de angustia abrumadora fue una prueba mayor de su misericordia que si los hubiera preservado en tiempos estables. La emergencia despertó su atención. Además, siempre que Dios libera físicamente a su pueblo, también perdona sus pecados.
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