Orando los Salmos con Agustín y Amigos

Capítulo 8: Salmos 131–150

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Salmo 141 con Martín de Braga – La práctica de la humildad

Disciplina tu mente cuidadosamente para que, cuando la multitud te halague por todas partes con solo palabras agradables, diciéndote lo que deberían decir a Dios, te des cuenta de que esta alabanza no te pertenece propiamente.

Lo único digno de alabanza es aquello que permanecerá conti go, incluso después de que hayas partido de esta vida. Por lo tanto, siempre que una gran adulación haya excedido los límites propios de los seres humanos, recuerde esa conocida lección de David, en la que rechazó el veneno de los aduladores con estas palabras:

Martín de Braga sobre el Salmo 141 “La humildad te dirá

cuánto de lo que la gente te atribuye en alabanzas es realmente tuyo y cuánto durará. La humildad no te permite estar atento a las mentiras”.

Que cuando el justo me castigue, sea una muestra de amor; que su reprensión sea bálsamo que mi cabeza no rechace (v. 5). El “aceite del pecador” es la adulación, que utiliza una unción suave y afable para relajar, como si fueran cosméticos, la cabeza del ser interior, es decir, el corazón. Por eso David dijo que era mejor para él ser corregido o aconsejado por una persona justa, que ser alabado por cualquier adulador. Era correcto que calificara al adulador de “pecador”, ya que la hipocresía es el crimen más grande y detestable a los ojos de Dios: tener una cosa en el corazón y decir otra con los labios. Como dice también en otro salmo: “Su palabra es blanda como la mantequilla, pero su corazón es belicoso” (Sal 55:21). Él describe al justo como el que “de corazón dice la verdad; que no calumnia con la lengua” (Sal 15:2–3). Práctica, pues, la humildad, tómala

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