Orando los Salmos con Agustín y Amigos

Capítulo 8: Salmos 131–150

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Salmo 144 con Mary Sidney Herbert – La protección de Dios Alabado sea el Señor de todo poder, mi roca en todas las alarmas, quien hace que mis manos peleen, y que mis dedos manejen las armas. Mi gracia, mi guardia, mi fortaleza, en quien reposa mi seguridad, a quien recurren mis esperanzas y quien hace que mi dominio ceda. Señor, ¿qué es el hombre para que tan tiernamente tengas en cuenta su bienestar? ¿Qué tiene su hijo para que dediques tus pensamientos a su cuidado? Su parentesco más cercano es la nada, ninguna imagen de sus días

puede ser concebida más vívidamente, que la sombra que nunca permanece. Señor, inclina tus cielos arqueados para que desciendas con facilidad; Haz que las tormentas surjan

de la corona humeante de la montaña, que desciendan las llamas del cielo, para tu más vigorosa demostración de poder respaldar; Y que vuelen veloces tus flechas, para a la más grande multitud dispersar.

Tu ayuda celestial extiende y sácame de este diluvio; Que tu mano me defienda de las manos de la prole extranjera, cuyas bocas no son más,

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