Orando los Salmos con Agustín y Amigos

Capítulo 2: Salmos 18–38

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Salmo 19 con Agustín – El temor apropiado del Señor El temor del SEÑOR es puro: permanece para siempre (v. 9) . El temor del Señor , no aquel angustioso temor bajo la ley, temiendo la pérdida de las cosas temporales, por cuyo amor el alma comete infidelidades; sino aquel santo temor con el que la iglesia, cuanto más apasionadamente ama a su Esposo, tanto más cuidadosamente cuida de no ofenderle. Por tanto, el amor perfecto no echa fuera este temor (1 Jn 4:18), sino que permanece para siempre. Las ordenanzas del SEÑOR son verdaderas: todas ellas son justas (v. 9) . Sus juicios se justifican en su verdad inmutable. Porque ni en sus amenazas ni en sus promesas engaña Dios a nadie, ni nadie puede tomar su castigo de los impíos, ni de los piadosos su recompensa. Son más deseables que el oro (v. 10). Los juicios de Dios son más deseables que la ostentación vacía de este mundo, ya que este último conduce al temor y al odio hacia Dios y su verdad. Pero si alguien es oro o piedra preciosa, no puede ser consumido por el fuego, sino recibido en el tesoro de Dios. Desean los juicios y la voluntad de Dios más que los suyos propios. Son más dulces que la miel, que la miel del panal. Para los piadosos, los juicios de Dios son los más dulces de todos. Libra, además, a tu siervo de pecar a sabiendas (v. 13). De las concupiscencias que se esconden en mí, límpiame, Señor. No permitas que otros me lleven por el mal camino. Porque el que está limpio de sus propias faltas no es presa de las faltas de los demás. Preserva a tu siervo en vez de la persona orgullosa de las concupiscencias de los demás y de quien intenta dominarlos. No permitas que tales pecados me dominen. Entonces seré íntegro (v. 13). Si ni mis propios pecados secretos, ni los de otros, se enseñorean de mí, entonces estaré sin mancha.

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